Cuándo se toma un buen vino hay que fijarse en los matices. Toreando Morantes todos son matices. Intentaré destacar algunos: El desmayo con el que deja la muleta al dar el pase. En el quite que hizo a un banderillero cuando estaba tomando un buchito de agua. Sin soltar el vaso. Manteniéndolo, no derramando ni una gota al recortar al toro, para salvar al banderillero del peligro. En el hay la conjunción de cuatro cosas. Valor, arte, torería, y la más importante. Siendo el número uno, ser un compañero más en el ruedo. Esto sucedió hace varios días en su intervención. Hoy destacaría algunas más: Torear con el convencimiento de que el toro era muy válido y transmitía. Todo hay que decirlo, en contra del criterio de algunos aficionados que tarde tras tarde, tienen que protestar para demostrar que entienden. En el desarrollo de la faena, nos dejó matices que nos hizo recordar a Pedro Romero. Con el capote, se podía pensar que hubiera sido ensayado en toreo de salón por toro, torero, y capote. Los artistas lo son en todo momento. Dando la vuelta al ruedo es de tener en cuenta el respeto con el que agradecía los obsequios que le tiraban. Varias veces en el desarrollo del toreo de Morantes este quien escribe, puede sentir un pellizco de emoción en la boca del estómago. Lo más emocionante de la tarde. Es ver los muchos aficionados sacando a hombros a su ídolo. Llenando el ruedo y las explanada de las afueras de la catedral del toreo. Yendo hacia la calle por donde la bella florista viene y va.