Rúas, calles y avenidas esperan que llegue la noche para sentir, sobre su suelo, el paso de Jesús crucificado. Larga noche que, por intricadas cuestas y revueltas, pasará el sin pecado, con la cara ensangrentada. La gente verá que es por la corona de espinas. Pobres gentes, que, unos llevando a hombros al Cristo crucificado, creen ayudarle en el dolor; otros esconden sus pesares detrás de una túnica con capirote. Los que contemplan los pasos procesionales se unen y sienten suyo el dolor del Cristo en la cruz; con ello consiguen que sus pesares queden diluidos, al menos durante un leve tiempo.
“Pobre del pobre”, dice Bambino en la canción. Pobre, en este caso, de aquel que siente espinas en el corazón y no puede mitigar el dolor mirando a un Cristo crucificado. El Cristo sigue su lento caminar por calles, reflejando en su rostro el dolor y el sufrimiento de aquellos que lo portan y escoltan con cirios en la mano. También derrama una gota de sangre, provocada por una espina de aquel que siente dolor en el corazón, hallándose en la soledad de una cabaña. Fuera de ella se escucha el balido de unas cabras; en su puerta, dormita un perro guardián. A lo lejos, el sonido del mundo que le atormenta, y, aun estando en libertad, le encarcela
“Pobre del pobre”, dice Bambino en la canción. Pobre, en este caso, de aquel que siente espinas en el corazón y no puede mitigar el dolor mirando a un Cristo crucificado. El Cristo sigue su lento caminar por calles, reflejando en su rostro el dolor y el sufrimiento de aquellos que lo portan y escoltan con cirios en la mano. También derrama una gota de sangre, provocada por una espina de aquel que siente dolor en el corazón, hallándose en la soledad de una cabaña. Fuera de ella se escucha el balido de unas cabras; en su puerta, dormita un perro guardián. A lo lejos, el sonido del mundo que le atormenta, y, aun estando en libertad, le encarcela