El sol se aproximaba a lo más alto del cielo, el vendedor de fantas coca-colas comenzaba a ser escuchado. El viento va templando. El corazón de los novillos bombea la sangre por su cuerpo hasta la mazorca de sus cuernos. De ahí en adelante, es la muerte quien afila su guadaña, deseando hincar la punta de las astas, en el cuerpo de aquellos que la llaman. Haciendo alardes de valentía, quebrando la embestida. Frío polvo levanta con sus pezuñas, cuando el quiebro descoloca a la fiera. Se revuelve levantando su testa. Andrajosa, de negro vestida, pasando inadvertida. La muerte lanza al aire guadañazos, maldiciendo la fallida en vestida. Nunca se debe olvidar que una vez abiertos los chiqueros y están los toros sueltos. Vaga por los campos la muerte, con ansias de llevar se algo a su guadaña. Sea hombre caballo o motor. Aunque la parca, prefiere sangre, a poder ser de un hombre, para que lo lloren los que aquí queden. El viento mecía las copas de los pinos, inundando de aroma el polvo que levanta con su galopar el oziblanco. El negro cornidelantero en la ladera, entre zarzales y almendros, busca el frescor de los manantiales.