EL PIÑERO: Leyenda de la Cruz del muerto. Aquel usurero rondaba...

Vuelta tras vuelta da el labriego con sus mulas en el pago de la Cruz del muerto. Ajeno era de lo que le sucedió al que allí yacía, desde doscientos años atrás. El terreno que ahora rompía el arado, bastó para dar sepultura al desdichado. Mil preguntas se hicieron sin poderlas contestar los lugareños, sobre aquel hombre que encontraron muerto con cuarenta puñaladas. De dónde procedía, qué motivos fueron la causa de aquel apuñalamiento despiadado. Quizás las estrellas y algún búho que montaba guardia en su atalaya en un pino, en la parte Norte de el Monruelo, fueron testigos de lo que sucedió aquella noche y escucharon los gritos de dolor cuando la daga se hundía repetidamente en el cuerpo. Los terrones se sintieron empapados de la abundante sangre que brotaba de las múltiples heridas, el corazón cesó de latir en aquel cuerpo.

Leyenda de la Cruz del muerto. Aquel usurero rondaba a la moza más bella del lugar. Ella siempre le decía no, añadiendo que su corazón solo sentía por un mozo del pueblo. El usurero se burlaba diciendo que ese mozo era un muerto de hambre y el podía darle riquezas. Ella volvía a repetirle que prefería el amor del joven. Las risotadas del usurero solían ser la despedida aunque cuando se alejaba echaba espumarajo por la boca, de pensar que nunca conseguiría aquella bella mujer. Una mañana paso el joven por la puerta de su enamorada para decirle que se iba en busca de fortuna y que cuando volviera se casaría con ella. La moza desde la ventana, agitando un pañuelo en la mano, le decía que lo esperaría para ser suya. El usurero que siempre estaba vigilando la casa de la moza, al escuchar aquellas palabras monto en cólera y ciego de rabia comenzó a urdir un plan. Le dijo a su gente que se iba a la ciudad para hacer unos documentos y tardaría varios días en volver. Antes de montar en la caballería para emprender el viaje, fue al mueble donde guardaba un puñal. Cinco días camino el usurero vigilando en la lejanía a su rival. La rabia y el odio que sentía por aquel joven seguía en aumento hasta legar a la locura. Al final de aquella tarde el mozo paso por un poblado, pudo hacer noche en el, pero decidió seguir caminando, pues según sus cálculos al día siguiente llegaría a la zona de grandes corrales donde quería trabajar. Iba en dirección poniente cuando caía la noche, el último mendrugo de pan que quedaba en su alforja, lo comió sentado al lado de un manantial de la vera del camino, llenó su calabaza de agua y siguió caminando. En la oscuridad de la noche el caminante marcaba sus huellas en el camino barroso, mientras la caballería del usurero iba campo a través para adelantarlo. El camino se asentaba en la loma y hasta él, llegaba el aroma de los pinos y tomillos del Monruelo. una medera de manojos al lado del camino, le valió al desalmado para escondido esperar al caminante. en su mano derecha tenia el puñal, el odio y la rabia le hervía en todo el cuerpo. Cuando sintió los pasos del caminante, lleno de furia corrió hasta el. en la oscuridad de la noche solo se podía apreciar el suave brillo que le daba la tenue luz de las estrellas al puñal, cuando entraba y salía del cuerpo del desdichado, hasta que la sangre tinó acero y empuñadura. Los rugidos de odio y rabia de uno y gritos de dolor del otro hicieron estremecer los campos y encoger el corazón de los pinos del Monruelo. Segundos después hasta el viento se detuvo para aumentar el silencio solo roto por los agónico suspiros del que se desangraba en el suelo empapando los terrones.