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EL PIÑERO: El encierro (Federico Acosta Noriega)...

El encierro (Federico Acosta Noriega)

Déjame sitio muchacho
que quiero ver un encierro.
—Pase sin empujar
que aquí todo el sitio es bueno,
aunque dicen que el castillo
es lo mejor para verlo
porque desde allí en el campo
se divisa el mejor trecho
y se ven venir los toros
conducidos por cabestros
y con siete garrochistas
que presumen de vaqueros
y seguro que Gregorio
ha de venir entre ellos.

— ¿Quién es Gregorio, muchacho?
— ¿A que es usted forastero?
Quien no conoce a Gregorio
no puede ser de este pueblo
pues todo el mundo conoce
a Gregorio Burriquero,
un jinete que le llaman
centauro de los encierros;
pero dejemos la charla
que ahora ya viene lo bueno.

Y por debajo del Arco
pasan los mozos corriendo
vienen todos sudorosos,
jadeándoles el pecho,
con las camisas infladas
por el azote del viento;
las zapatillas apenas
toman contacto en el suelo; l
os primeros van deprisa,
impulsados por el vértigo,
y cerrando aquel tropel
van los mozos más resueltos
a los que en marcha más lenta
les van rozando los cuernos
de una manada de toros
que corre con desenfreno,
azuzados por las voces
de improvisados vaqueros.

Y aquel confuso tropel
de hombres y toros revueltos,
entra en la Plaza Mayor
que se ha convertido en ruedo.
Los hombres desaparecen
entre palos y maderos,
las célebres talanqueras
que los ponen a cubierto.
Y una campana resuena
lanzando sus fuertes ecos
que produce el alborozo
entre los mozos del pueblo.
—Es la campana torera,
me dice el chaval muy serio,
que para todos anuncia
que ha terminado el encierro