Cada día un poquito más largas son las tardes, y más madrugador el sol por las mañanas. En las orillas del Montoya crece la hierba, abrazando los troncos de los chopos y de los Álamos. Permitiendo estar debidamente oculto el nido de un ruiseñor, al lado de un joven olmo. En su nido ya hay dos huevos. No lejos de allí en un zarzal, la urraca está incubando. Al amanecer es el ruiseñor el que canta, también los gorriones cantan en la espinera y el mirlo mientras recorre el cauce del Talanda. Cuando ... (ver texto completo)