Ay
amigo, bienaventurados los que no tienen nada que decir y resisten a la tentación de decirlo.
Cada uno tiene que hacer según lo que tiene en su cabeza y no hacer lo que hay en la cabeza de los demás.
Yo opino, y tu me mandas a callar, pues peor para ti que te crees que mandas y eres un mandao.
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