Quintanilla era el olor exquisito que despedían las cocinas, las glorias o los
hornos de las
panaderías, a piñas y sarmiento, cocinando sopas de ajo o cociendo sangre recién sacada del
toro que se acababa de matar en el matadero, parte de la cual se veía bajar hacia el
río por el reguero que pasaba junto al
lavadero y entraba en el río un poco más abajo de donde se situaban las lavanderas que, con sus tablas de madera con la superficie ondulada y dos patas, utilizaban el río para lavar la ropa de
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