ERA POR SEMANA SANTA EN LA SECA. VALLADOLID.
Eran estas fechas de primeros de abril de hace setenta y algún año más, amanecía el Jueves Santo con un sol brillante y un tiempo de primavera que daba gusto salir a la calle, Más sobre las once de la mañana los niños que jugábamos en la calle, notamos que el Sol se escondía tras alguna nube no muy negra, y el frío empezó a ser fuerte, debió de ser un cambio de temperatura de más de diez grados, de diferencia, los niños nos fuimos a nuestras casas para abrigarnos, y la Semana Santa de entonces era de sentimiento y dolor, Eran tiempos de aprenderte la poesía de La Pedrada de Gabriel y Galán de memoria, Recuerdo aquella carraca Grande sonando por las calles de la Villa en manos del sacristán y monaguillos, para convocar a sus vecinos a los ejercicios que en aquellas fechas se ejercitaban, por la tarde el frío siguió pegando, y el Viernes Santo, una tormenta grande, se inició al tiempo de empezar la procesión que tenía siete imágenes, El cura párroco, decidió que la procesión se efectuara dentro del recinto de la Iglesia, Parroquial, ya que en aquéllos tiempos dos imágenes venían de la llamada Orden Tercera, con su imagen que me parecía la más bonita, era la de La Dolorosa, todas las imágenes pasearon en hombros de las personas de aquella época, y empezaron a sonar las voces de aquellos hombres y mujeres cantando el Miserere, nunca había escuchado a tantas personas cantar ese himno religioso. Y el eco que producían en la Iglesia te daba un estremecimiento que aun no he olvidado. Aquello duró poco tiempo, pero te dejaba sus huellas, Recuerdo lo del poema de la Pedrada, Que voces tan misteriosas el Miserere cantaban que luces que se escuchaban tras de las verdes vidrieras. Eran tiempos donde la Semana Santa se trabajaba hasta el jueves a medio día, y el sábado las personas de aquel valle que trabajaban en la agricultura, todas salían a sus labores, Hemos cambiado de forma de pensar y de vivir, la juventud tiene otras miras y otras inquietudes, no sé si mejor o peor, mi infancia en ese valle no la cambio por nada, ni tampoco mi juventud, aunque parte de mis amigos de entonces ya se hayan ido al infinito, los recuerdos son un testimonio imposible de olvidar, sobre todo si la memoria sigue activa por mucho tiempo. G X Cantalapiedra. 2 – 4 – 2025.
Eran estas fechas de primeros de abril de hace setenta y algún año más, amanecía el Jueves Santo con un sol brillante y un tiempo de primavera que daba gusto salir a la calle, Más sobre las once de la mañana los niños que jugábamos en la calle, notamos que el Sol se escondía tras alguna nube no muy negra, y el frío empezó a ser fuerte, debió de ser un cambio de temperatura de más de diez grados, de diferencia, los niños nos fuimos a nuestras casas para abrigarnos, y la Semana Santa de entonces era de sentimiento y dolor, Eran tiempos de aprenderte la poesía de La Pedrada de Gabriel y Galán de memoria, Recuerdo aquella carraca Grande sonando por las calles de la Villa en manos del sacristán y monaguillos, para convocar a sus vecinos a los ejercicios que en aquellas fechas se ejercitaban, por la tarde el frío siguió pegando, y el Viernes Santo, una tormenta grande, se inició al tiempo de empezar la procesión que tenía siete imágenes, El cura párroco, decidió que la procesión se efectuara dentro del recinto de la Iglesia, Parroquial, ya que en aquéllos tiempos dos imágenes venían de la llamada Orden Tercera, con su imagen que me parecía la más bonita, era la de La Dolorosa, todas las imágenes pasearon en hombros de las personas de aquella época, y empezaron a sonar las voces de aquellos hombres y mujeres cantando el Miserere, nunca había escuchado a tantas personas cantar ese himno religioso. Y el eco que producían en la Iglesia te daba un estremecimiento que aun no he olvidado. Aquello duró poco tiempo, pero te dejaba sus huellas, Recuerdo lo del poema de la Pedrada, Que voces tan misteriosas el Miserere cantaban que luces que se escuchaban tras de las verdes vidrieras. Eran tiempos donde la Semana Santa se trabajaba hasta el jueves a medio día, y el sábado las personas de aquel valle que trabajaban en la agricultura, todas salían a sus labores, Hemos cambiado de forma de pensar y de vivir, la juventud tiene otras miras y otras inquietudes, no sé si mejor o peor, mi infancia en ese valle no la cambio por nada, ni tampoco mi juventud, aunque parte de mis amigos de entonces ya se hayan ido al infinito, los recuerdos son un testimonio imposible de olvidar, sobre todo si la memoria sigue activa por mucho tiempo. G X Cantalapiedra. 2 – 4 – 2025.