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LA SECA: AQUEL HOMBRE MAYOR DESPIDIENDOSE...

AQUEL HOMBRE MAYOR DESPIDIENDOSE
Aquel hombre mayor con casi noventa años, salia a dar su paseo diario por el Campo de su Villa La Seca. En su cerebro llevaba el recuerdo de todos sus años en aquel territorio, Eran las cuatro de la tarde de aquel mes de octubre, donde las nubes amenazaban con lluvia, y su paseo se confundía con las pocas fuerzas que aún le quedaban. Miraba hacia la carretera de Medina, y desde allí se veían los rasos del término, entre los que estaban la Poza de La Veguilla, El Camino del Puerto, El Camino de La Peña, La Granja, y Los Picones, y todo aquel contorno de viñedos verdejos, que empezaban a ser sus hojas un poco color tabaco, El hombre pensaba, la vida de estas hojas es como la vida misma, fueron verdes y bonitas, y hoy solo el tiempo las marchita, como si no tuvieran derecho a vivir, el otoño las espera para que declinen su postura y empiecen a ser solo basura de estas fincas pedregosas, donde sus restos serán absorbidos por el viento. El hombre lasecano seguía pensando, mañana dejaré de salir al Campo, mis fuerzas se agotan, y mis piernas fallan, solo me queda la memoria para recordar todo este ambiente de mi vida entera. Veía desde lejos Valtarre, y el depósito del agua, atrás había dejado la Cuesta de Lutero. Con El Camino de Los Perros. Y temiendo no tener fuerzas suficientes empezó su retorno a su Villa, para desde su casa y cama, ver como era una despedida sin demasiados problemas. Su mente lucida era un archivo general de todo aquel Valle, su memoria no le fallaba, enseguida apareció aquella madrugada del incendio del Ayuntamiento, de la tarde que La Torre su parte alta se cayó desplomándose sobre la Iglesia, y de ver cono poco a poco se hundían las viviendas por el agua en sus bodegas. El hombre pasaba revista a sus pasos importantes, y se iba dando cuenta como su corazón se detenía sin causa justa, más eran sus últimos recuerdos. Pensando que nunca hizo daño a nadie, que jamás robo ni mato ni calumnio a nadie, y que se iba de esta vida con su conciencia muy tranquila, y sereno dentro del camino que empezaba que no tendría retorno, este hombre era poco religioso, pero creía en una fuerza superior al humano, él decía que la Madre Naturaleza nos daba la vida y una vez consumida se evaporaba, solo quedaba la energía de la conciencia, y él la tenía muy tranquila, se marchó con una serenidad fabulosa, quizá abrazo a la muerte sin hacer ningún gesto raro, tan solo cogiendo la mano de su hijo que estaba acompañándole en su cabecera, D. E. P… G X Cantalapiedra.