VAMOS CON LA PENULTIMA COPA
No hace muchos años en La Seca, en sus novillos de agosto, un amigo de siempre, al que yo sigo apreciando, aunque este en el otro mundo, me decía, Vamos con la penúltima copa, Que no sabemos cuándo nos iremos definitivamente. Yo tome esa copa, y otra después para que nunca fuera la última, comenzamos a comentar nuestra infancia en aquel valle de penas y alegrías, y surgió el recuerdo de una despedida muy querida por él y por mí, Habían pasado muchos años, de aquella fecha heladora de finales de febrero. Los dos caminamos juntos sin testigos cercanos, por La Calle de Tomas Bayón, o sea la Calle Real. Que era la suya. Nunca en mi vida pensé que el recordar aquella fecha triste, me haría saltar las lágrimas, mi amigo lloró y me llego a decir. “Yo también tenía ganas de llorar, recordando aquel día, donde el frío ni lo sentía, aquellos tiempos le hicieron ser mucho más responsable”. Este amigo mio desde mi niñez, que estuvimos siendo monaguillos en los mismos años, le cayeron las lágrimas por sus mejillas. Habíamos estado en Madrid muchas horas juntos, nunca sacamos ese tema, pero al estar en aquel valle por la noche casi de madrugada, se ve que las copas y los viejos recuerdos nos dejan un poco a la conciencia de nuestro pasado, y sin pedirnos nada a cambio, se entrelazan palabras y frases que aun perduran, y nos llevan a meditar incluso escuchando la música de La Pista de baile, donde siendo jovenes estuvimos muchas veces tratando de divertirnos. Hay recuerdos que no se olvidan y personas que parecían Ángeles de la guarda, que con muy pocos años se fueron de aquel valle, pasando muchas horas muy duras, y dejando por detrás ese drama de los pocos años vividos. Hoy se me vinieron a la memoria, y tenía que sacarlo de dentro de mí. Descansen en Paz, donde quiera que estén, y seguiré diciendo que hay copas que para vivir la realidad te ayudan mucho.
G X Cantalapiedra.
No hace muchos años en La Seca, en sus novillos de agosto, un amigo de siempre, al que yo sigo apreciando, aunque este en el otro mundo, me decía, Vamos con la penúltima copa, Que no sabemos cuándo nos iremos definitivamente. Yo tome esa copa, y otra después para que nunca fuera la última, comenzamos a comentar nuestra infancia en aquel valle de penas y alegrías, y surgió el recuerdo de una despedida muy querida por él y por mí, Habían pasado muchos años, de aquella fecha heladora de finales de febrero. Los dos caminamos juntos sin testigos cercanos, por La Calle de Tomas Bayón, o sea la Calle Real. Que era la suya. Nunca en mi vida pensé que el recordar aquella fecha triste, me haría saltar las lágrimas, mi amigo lloró y me llego a decir. “Yo también tenía ganas de llorar, recordando aquel día, donde el frío ni lo sentía, aquellos tiempos le hicieron ser mucho más responsable”. Este amigo mio desde mi niñez, que estuvimos siendo monaguillos en los mismos años, le cayeron las lágrimas por sus mejillas. Habíamos estado en Madrid muchas horas juntos, nunca sacamos ese tema, pero al estar en aquel valle por la noche casi de madrugada, se ve que las copas y los viejos recuerdos nos dejan un poco a la conciencia de nuestro pasado, y sin pedirnos nada a cambio, se entrelazan palabras y frases que aun perduran, y nos llevan a meditar incluso escuchando la música de La Pista de baile, donde siendo jovenes estuvimos muchas veces tratando de divertirnos. Hay recuerdos que no se olvidan y personas que parecían Ángeles de la guarda, que con muy pocos años se fueron de aquel valle, pasando muchas horas muy duras, y dejando por detrás ese drama de los pocos años vividos. Hoy se me vinieron a la memoria, y tenía que sacarlo de dentro de mí. Descansen en Paz, donde quiera que estén, y seguiré diciendo que hay copas que para vivir la realidad te ayudan mucho.
G X Cantalapiedra.