AQUEL BURRO QUE BIEN REBUZNABA
Eran años de penumbras con tan enorme sequía, que las gentes descubrían cual sería su armonía. Aquel burro que comía todo lo que le largaban, con la grama se ponía y sus dientes rechinaban. Mielgas, grama y amapolas para mantener su calma, los cereales hacen olas que a cualquier burro le llama. Aquel burro rebuznando nunca quiso dar la lata, era su voz que clamando a mucho burro delata. Granzas para por la noche, grama con un poco de agua, las mielgas son ese postre que comentan por la fragua. Linderones mal cuidados, terrenos que nadie labra, los burros son amarrados y no precisan de cuadra. Aquel burro rebuznando sus sonidos son alarma, dicen que sigue asustando a niños que guardan calma. Sus zapatos de herradura caminan por las cañadas, los burros de la piel dura sueñan noches encantadas. Dale de comer al burro, que, si no rompe la valla, esa albarda es puro churro y no le vale esa talla. Esos dientes tan forzudos, con los que rompe la paja, no parecen tener nudos ni nadie los ve de alhaja. Rebuznando va tranquilo, el burro busca esperanza, sobre el camino ve filo con mielgas que bailan danza. Cuantos burros se marcharon, y con ellos muchas danzas, sobre los campos dejaron muchas sufridas templanzas. Ya no rebuznan los burros, donde fueron sus bonanzas, ya se acabaron los curros de algunas viejas labranzas. Hubo burros delicados y otros llamados normales, todos fueron respetados, aunque fueran animales. Los burros dejaron huellas en los campos y trigales, en muchos momentos bellos fueron caprichos feudales. Burros subiendo las cuestas con lentitud y atalajes, carros que fueron de fiestas con burros en sus anclajes. G X Cantalapiedra.
Eran años de penumbras con tan enorme sequía, que las gentes descubrían cual sería su armonía. Aquel burro que comía todo lo que le largaban, con la grama se ponía y sus dientes rechinaban. Mielgas, grama y amapolas para mantener su calma, los cereales hacen olas que a cualquier burro le llama. Aquel burro rebuznando nunca quiso dar la lata, era su voz que clamando a mucho burro delata. Granzas para por la noche, grama con un poco de agua, las mielgas son ese postre que comentan por la fragua. Linderones mal cuidados, terrenos que nadie labra, los burros son amarrados y no precisan de cuadra. Aquel burro rebuznando sus sonidos son alarma, dicen que sigue asustando a niños que guardan calma. Sus zapatos de herradura caminan por las cañadas, los burros de la piel dura sueñan noches encantadas. Dale de comer al burro, que, si no rompe la valla, esa albarda es puro churro y no le vale esa talla. Esos dientes tan forzudos, con los que rompe la paja, no parecen tener nudos ni nadie los ve de alhaja. Rebuznando va tranquilo, el burro busca esperanza, sobre el camino ve filo con mielgas que bailan danza. Cuantos burros se marcharon, y con ellos muchas danzas, sobre los campos dejaron muchas sufridas templanzas. Ya no rebuznan los burros, donde fueron sus bonanzas, ya se acabaron los curros de algunas viejas labranzas. Hubo burros delicados y otros llamados normales, todos fueron respetados, aunque fueran animales. Los burros dejaron huellas en los campos y trigales, en muchos momentos bellos fueron caprichos feudales. Burros subiendo las cuestas con lentitud y atalajes, carros que fueron de fiestas con burros en sus anclajes. G X Cantalapiedra.