CUANDO LOS SUEÑOS PREVALECEN
Aquel hombre que había vivido cómodamente, en la vejez se veía solo y abandonado, su economía no daba mucho más de sí, y sus vecinos contemplaban su caída en picado.
Más el hombre aquel seguía soñando, con tener una vejez a tope de lujos y caricias, sus sueños se notaban cada día más lejanos de su realidad.
En algunos de sus sueños aparecían amigas de su juventud, que se fueron alejando de él, que solo en su soltería trato de vivir sin demasiados problemas.
Al llegar a su madurez, la vida se le ponía muy cuesta arriba, su calle era empinada, y el salir andar era todo un calvario, en su casa no entraba nadie a cuidarle, y sus sabanas y de más ropas, estaban bastante sucias.
Aunque su orgullo de haber sido una persona con posibles, le hacían soñar despierto, de vez en cuando pensaba en sus salidas de su lugar de origen, en La Castilla Profunda, sus viajes a la Costa del Mediterráneo, con personas de su edad, y con dinero entonces fresco, para poder divertirse, sin importarle lo que dijeran de él, que muchas veces le llamaron egoísta, al decir él, que no se casaba, para no tener que mantener a ninguna mujer.
Más ahora su final era distinto, solo ante su soledad permanente, su casona de labrador, era una caja de sorpresas, las goteras salían sin avisar, y sus muebles sucios y viejos, dejaban mucho que desear.
El teléfono no le hacía falta, solo le usaba para llamar a su médico de cabecera, nadie le hacía ninguna llamada, sus amigos cercanos se habían marchado al otro mundo, Y en su casa solo existía un ambiente de penumbra y mal olor.
La guadaña de la muerte, parecía estar cada día más cercana, los días de niebla eran un tremendo latigazo en su salud. Y sus salidas eran cada vez más dolorosas.
Aunque sus sueños prevalecían como si fueran realidades futuras, más eso nunca seria realidad, aquellos momentos donde a veces compro el amor en la prostitución, no fueron amor verdadero, tan solo placer por dinero, fueron momentos para él, de sentirse más hombre, cosa que no era la verdad, si no ser un pagano de la amistad por minutos, y expuesto a coger cualquier enfermedad venérea. Más no podía echar marcha atrás, solo en su soledad, mirando las fotos de su familia, y esperando que los dolores le desaparecieran, y eso sería imposible.
Sin tardar mucho las campanas de su localidad, avisaban que había fallecido, una mujer de su familia, le encontró en su cama, con la cara tapada por sabanas y mantas. Sin dejar nada escrito, G X Cantalapiedra.
Aquel hombre que había vivido cómodamente, en la vejez se veía solo y abandonado, su economía no daba mucho más de sí, y sus vecinos contemplaban su caída en picado.
Más el hombre aquel seguía soñando, con tener una vejez a tope de lujos y caricias, sus sueños se notaban cada día más lejanos de su realidad.
En algunos de sus sueños aparecían amigas de su juventud, que se fueron alejando de él, que solo en su soltería trato de vivir sin demasiados problemas.
Al llegar a su madurez, la vida se le ponía muy cuesta arriba, su calle era empinada, y el salir andar era todo un calvario, en su casa no entraba nadie a cuidarle, y sus sabanas y de más ropas, estaban bastante sucias.
Aunque su orgullo de haber sido una persona con posibles, le hacían soñar despierto, de vez en cuando pensaba en sus salidas de su lugar de origen, en La Castilla Profunda, sus viajes a la Costa del Mediterráneo, con personas de su edad, y con dinero entonces fresco, para poder divertirse, sin importarle lo que dijeran de él, que muchas veces le llamaron egoísta, al decir él, que no se casaba, para no tener que mantener a ninguna mujer.
Más ahora su final era distinto, solo ante su soledad permanente, su casona de labrador, era una caja de sorpresas, las goteras salían sin avisar, y sus muebles sucios y viejos, dejaban mucho que desear.
El teléfono no le hacía falta, solo le usaba para llamar a su médico de cabecera, nadie le hacía ninguna llamada, sus amigos cercanos se habían marchado al otro mundo, Y en su casa solo existía un ambiente de penumbra y mal olor.
La guadaña de la muerte, parecía estar cada día más cercana, los días de niebla eran un tremendo latigazo en su salud. Y sus salidas eran cada vez más dolorosas.
Aunque sus sueños prevalecían como si fueran realidades futuras, más eso nunca seria realidad, aquellos momentos donde a veces compro el amor en la prostitución, no fueron amor verdadero, tan solo placer por dinero, fueron momentos para él, de sentirse más hombre, cosa que no era la verdad, si no ser un pagano de la amistad por minutos, y expuesto a coger cualquier enfermedad venérea. Más no podía echar marcha atrás, solo en su soledad, mirando las fotos de su familia, y esperando que los dolores le desaparecieran, y eso sería imposible.
Sin tardar mucho las campanas de su localidad, avisaban que había fallecido, una mujer de su familia, le encontró en su cama, con la cara tapada por sabanas y mantas. Sin dejar nada escrito, G X Cantalapiedra.