LA SECA: AQUEL HOMBRE LLEGÓ A SU VILLA...

AQUEL HOMBRE LLEGÓ A SU VILLA
Más que un pueblo de La Castilla Profunda, parecía ser un lugar de desafío de las películas del Oeste americano.
Aquella víspera de Santiago de hace unos treinta años, aquel hombre inmigrante sin muchos problemas económicos, se presentó en su villa natal, más sabiendo que un chulo de barrio, borracho y faltón, podría tomar alguna venganza, de una pelea que tuvo en su tiempo joven con dicho hombre. Y habiendo hablado el borracho de tomar venganza, el día que pisará su villa.
Eran las tres de la madrugada, y en un café puf, de moda trataban de cerrar, y el chulo esperaba su momento de venganza, cuando este hombre saliese de allí, acompañado de un fiel amigo de la infancia.
Más le salió mal la jugada, al tratar de seguir a los dos amigos, viendo que aquel, hombre borracho le seguía, después de haber dejado a su amigo en casa, el hombre se quedó plantado en medio de la calle, y sacando una pistola cargada con diez balas, le grito, “Ven hacia aquí, antes no te mate, pero ahora sí. Te voy hacer un colador, para que dejes el alcohol de una vez y no seas tan patoso.
El chulo borracho no se acercó ni siquiera al hombre, tuvo miedo, viendo la pistola relucir, y el hombre inmigrante sereno, pero dispuesto a pegarle los tiros que hicieran falta, el borracho tan solo anduvo hacia atrás, para coger otra calle, que no fuera por donde el hombre aquel caminaba sin ningún miedo. Eran casi las cuatro de la madrugada, nadie andaba por la calle principal, esa fecha no hubo verbena, y los vecinos no se quedaban a ver las estrellas en el cielo.
El hombre inmigrante venía prevenido, alguien le comento en la ciudad donde vivía, que ese borracho se quería vengar de la paliza que le había propinado, una tarde en pleno campo.
Las cuentas no le salieron al borracho, años después moría de cirrosis, y el inmigrante siguió paseando por su villa, incluso de madrugada, sin importarle la soledad de aquella villa castellana, cuando apenas se notaba la alborada. El inmigrante era considerado en su villa, como una persona formal y decente, y nunca follonero, como aquel borracho, que sus peleas y líos se contaban por centenares.
Hay pasajes en Castilla que no envidian a las películas del Oeste, y personas que sin ser artistas, están preparados para salir a jugarse la vida si hace falta, para demostrar a faltones y borrachos, sus malas intenciones, y dejar de pasar miedo por actos que fueron justos hacia años. Hay realidades que superan a la ficción, sin tener testigos presentes, aunque de esa villa sigan ausentes. G X Cantalapiedra.