LAS CABRAS POR EL CAMINO HONDO
Eran voces discordantes de pastores lasecanos,
que fueron siempre arrogantes con lamentos siempre vanos.
Cabras con distintos dueños que pisaron La Frontera,
algunas sufriendo sueños en la dulce primavera.
Aquel cabrero con fondo que le llamaron “Loreto”,
siempre tuvo su trasfondo y aquel chivo de respeto.
Cabrero y cabras caminan buscando sus piensos cortos,
luces que siempre terminan en los denigrados cotos.
Con su corneta sonando despertaba a su ganado,
las calles iban pisando como terreno adorado.
Desde el Camino más Hondo que La Seca presintió,
ningún cabrero fue sordo y en aquel mundo vivió.
Cabras que fueron dañinas para los arboles nuevos,
pastoreando las colinas ningún nido tuvo huevos.
Cabras que fueron dichosas alimentando familias,
con su leche hicieron cosas que fueron de maravillas.
Un día se fue el cabrero, nunca comentó su vida,
un sueldo de pobre obrero le dieron por despedida.
“Loreto” se fue callando entre brisas muy perdidas,
La Seca lo fue notando al ver la cabras vendidas.
Eran tiempos de penumbras, a veces con suave lluvia,
las luces cuando no alumbran las noche parece turbia.
Las cabras en los Corrales eran la pura locura,
en sus vidas naturales el encierro fue amargura.
Hoy recordamos los ecos de aquel tiempo que moría,
la memoria deja flecos de aquella buena armonía.
Cuando se borran historias que no son pura alegría,
vemos de lejos las norias que recuerdan su agonía.
G X Cantalapiedra.
23 – 6 – 2020.
Eran voces discordantes de pastores lasecanos,
que fueron siempre arrogantes con lamentos siempre vanos.
Cabras con distintos dueños que pisaron La Frontera,
algunas sufriendo sueños en la dulce primavera.
Aquel cabrero con fondo que le llamaron “Loreto”,
siempre tuvo su trasfondo y aquel chivo de respeto.
Cabrero y cabras caminan buscando sus piensos cortos,
luces que siempre terminan en los denigrados cotos.
Con su corneta sonando despertaba a su ganado,
las calles iban pisando como terreno adorado.
Desde el Camino más Hondo que La Seca presintió,
ningún cabrero fue sordo y en aquel mundo vivió.
Cabras que fueron dañinas para los arboles nuevos,
pastoreando las colinas ningún nido tuvo huevos.
Cabras que fueron dichosas alimentando familias,
con su leche hicieron cosas que fueron de maravillas.
Un día se fue el cabrero, nunca comentó su vida,
un sueldo de pobre obrero le dieron por despedida.
“Loreto” se fue callando entre brisas muy perdidas,
La Seca lo fue notando al ver la cabras vendidas.
Eran tiempos de penumbras, a veces con suave lluvia,
las luces cuando no alumbran las noche parece turbia.
Las cabras en los Corrales eran la pura locura,
en sus vidas naturales el encierro fue amargura.
Hoy recordamos los ecos de aquel tiempo que moría,
la memoria deja flecos de aquella buena armonía.
Cuando se borran historias que no son pura alegría,
vemos de lejos las norias que recuerdan su agonía.
G X Cantalapiedra.
23 – 6 – 2020.