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LA SECA: UNA HISTORIA LASECANA CASÍ OCULTADA...

UNA HISTORIA LASECANA CASÍ OCULTADA
En aquel domingo del otoño lasecano, no sé si antes o posterior a la guerra incivil española, aquel señor forastero, quizá de Salamanca, vino como hacía desde algún domingo, a salir con su bella novia de La Seca. Más el retorno fue un poco accidentado. Aquel señor se ve que descendía de una familia adinerada, ya que un automóvil en aquellos años, era imposible de comprarle y mantenerle, y parecía que empezaba siendo un buen pretendiente, para aquella joven, que entonces no tenía demasiadas ilusiones en los mozos del pueblo. Pero según me contaron hace más de cincuenta y ocho años, el retorno a su ciudad se le complico bastante, al marcharse ya de noche, y con la lluvia descargando sobre La Castilla Profunda, el hombre aquel marchó por la carretera de Tordesillas, y se ve que con los cristales empañados, en lo que llamamos Los Tres Ojos, donde una doble curva con poca visibilidad, le hicieron salirse de dicha carretera, y tuvo que caminar medio lloviendo, hasta La Seca, y dos obreros del padre de la novia, le acompañaron de vuelta hasta el coche, con tres mulas de fuerza, arropados con mantas viejas de mulas, y sobre las doce de la noche de aquel domingo, iniciaron el poder sacarle al coche del prado barrizal. Las mulas ejercieron de grúa, y con su robustez y fuerza, el coche de nuevo fue colocado en la carretera, entonces de tierra, incluso mucho más estrecha que ahora mismo. De vuelta aquellos dos mozos de mulas, con sus cadenas y cuerdas, llegaron sobre la una de la madrugada a La Seca, donde el padre de la novia les esperaba, para dejarles beber un vino viejo, que tenía siempre guardado para sus amigos. Aquel señor nunca más volvió por esta Villa, parece que algo no funciono en la pareja, y las sombras del pasado a veces perduran, y otras veces causan locuras, y en los des enamoramientos dan amarguras. Aquella joven guapa y con fortuna en aquel momento, termino marchándose de la Villa, y quizá siendo una señora religiosa. Nunca nadie le oí contar esta historia, solo uno de los dos mozos de mulas, que tuvo que ir hasta pasada la Casa De Mariano Sanz, donde el coche se quedó hundido en el prado, entonces lleno de agua y hecho un barrizal, La historia fue verídica, pero nadie quiso contarla en público, parece que el miedo a la realidad fuera castigado, La Seca siempre tuvo sus misterios ocultos, unos debajo del vino, y otros entre copas de aguardiente, de sus dos fábricas de orujo, que en las mañanas frías calentaban a muchos trabajadores, que les alivia el mono, o sus delirios del alcohol. No quiero dar nombres. Los muertos que descansen en paz, allá cada cual con su conciencia. Un saludo a mis paisanos. G X Cantalapiedra. 3 – 6 – 2020.