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LA SECA: AQUEL FRAILE DE LA PEÑA MADRUGABA....

AQUEL FRAILE DE LA PEÑA MADRUGABA.
Eran años tristes y duros, acababa de pasar la peste del 1918, la emigración hacia Francia y otros países de América Latina, eran el pan de cada día. En La Seca diariamente salían familias enteras, camino de cualquier lugar donde existiera trabajo remunerado, y las personas que seguían en la Villa, tenían que esforzarse mucho para ganar sus salarios, hubo familias enteras que se fueron sin poder vender sus pocos bienes, Ortuella, Baracaldo, Sestao, y toda la ría del Nervión, hicieron un lugar bastante viable para los lasecanos emigrantes de aquellos duros años. La familia de los Jorge, Cantalapiedra, que se fueron a Francia, a trabajar en la reconstrucción de los ferrocarriles franceses, y otros muchos que jamás volvieron a ver su tierra de nacimiento. En aquellos años. el fraile que se mantenía en La Ermita de La Peña. Cada X días, se echaba una caminata hasta La Seca, y se ve que madrugaba muchísimo, y antes de entrar en la Villa, se centraba rezando en la Puerta del Cementerio, lugar donde la mayoría de la gente trabajadora, pasaba a su trabajo, y donde algún burro se llegó a espantar, al ver aquel hombre con sus vestimentas, de color marrón, que imponían en la madrugada, se ve que debía de salir de La Peña, sobre las cuatro de la madrugada, o quizá antes, ya que el camino le recorría andando, y si un asno, o sea burro, tarda sobre dos horas andando a paso normal, el monje aquel me supongo que todavía no existían los hombres pájaros, y según me comentó mi abuelo, el fraile, estaba en la Puerta rezando a los difuntos, sobre las seis y media de la madrugada, en los meses templados de primavera y otoño, en su peregrinar por la villa, se llevaba con él, lo que los labradores le daban, ya que solamente pedía limosna, que algunas veces eran cereales, como garbanzos, almortas, lentejas, o tocino curado en chimenea, aquel hombre conocido en La Seca, era el que el domingo después del día 8 de septiembre, decía su misa en la capilla de dicho caserío junto al río Duero. Y su misión siempre de pobreza económica, era bastante triste, pero su ejemplo de dignidad, la daba siempre que algún animal con carros o sin ellos, tenían un espanto, al verle de rodillas rezando, y tener que pedir a dios por los mozos de mulas o burreros, que soltando tacos tenían atemorizados a dichos animales, y el pobre fraile, siempre decía lo mismo, “Mas adelante te lo dirán”. Aquellas frases en un castellano de Valladolid, eran como un castigo en vida, ya que algunos burreros que yo conocí, me lo llegaron a decir de diferentes maneras. Pero en el fondo siempre la misma conclusión. Han pasado muchos años, pero cuando paso por la Puerta del Cementerio, sin yo a ver conocido, a dicho fraile, en mi imaginación le veo arrodillado, pidiendo a dios por los difuntos, que en aquel año de la peste, en La Seca y en el mundo entero se llevó de esta vida. Pasan los años, pero las historias se quedan acompañándonos, aquella Cruz de La Granja, desde mi casa de Madrid, si cierro los ojos la veo, es algo que en la niñez me acompaño durante años, y eso se queda en la memoria reflejado para siempre. Hoy he recordado a mi abuelo, a mi padre, que cuando la peste del 1918, tenía seis años, y a otro montón de personas lasecanas, que me contaron historias de entonces, que no debieran de morir nunca, que todas ellas descansen en paz, estén donde estén, porque algunos de ellos quizá fueron enterrados o incinerados, lejos de nuestra querida Villa, G X Cantalapiedra. 29 – 4 – 2020.