A falta de fotos, os envío ésta poesía que llegó a mis manos ya hace unos cuantos años. Es posible que alguno de vosotros la tenga ya. Deseo os guste.
Grandioso, histórico y bello
fué siempre el pueblo de Cuenca
con su castillo grandioso,
con sus preciosas iglesias,
con la Virgen del Castillo,
como su Señora y Reina
con sus vetustas ermitas
con sus ubérrimas tierras.
Dicen viejos pergaminos
que su escudo representa
en resumén una historia
compendio de épicas gestas:
una concha boca abajo
de Concha en lengua vacea,
una torre hay en su campo,
dos aguilas son su defensa,
unos bellos gallardetes
y al viento varias banderas.
Es el escudo precioso
que aún se puede ver en Cuenca.
Hubo un convento de Monjas
de Santa Clara, lo cuentan
las estatuas y estatutos
de estas personas modélicas
que a lo largo de los siglos
moraron entre sus rejas.
Tuvo además varias torres,
seis con sus seis Iglesias:
San Juan, San Pedro, San Justo,
San Manuel, Pastor y fuera
la dedicada a la Virden del
Castillo, hoy panera, tal
vez porque la Señora
amasó la carne tierna de
Jesús en sus entrañas
cuando un Angel la dijera
¿quieres ser Madre de Dios,
del trigo Jesús, panera?
Y con el sí pronunciado
hizo Dios la sementera
sembrando al Hijo de Dios
de María en la "panera".
Que vivió allí gente noble
nos lo dicen sus viviendas
de piedra e ilustres escudos
de fantásticas dovelas.
¿Fué un lugar maldito? No,
sufrió tremendas tormentas,
peste que diezmó la villa,
fuego que abrasó su hacienda
convirtiendo todo el pueblo
en un montón de pavesas.
De nada pudo servir
la laguna que allí cerca
recogía entre sus brazos
aguas que manan su cuenca.
Tres rías van recogiendo
las riadas de sus cuestas
y guiadas por su cauce
al Sequillo se las lleva.
Estos pueblos de prosapia
aún recuerdan sus grandezas
y se sienten orgullosos
de ser cachorros de aquella
gente noble y aguerrida
que defendió sus laderas
luchando contra el Islam
contra Romanos y Celtas.
Y es que en el pueblo vivía
una preciosa Doncella
a la que todos amaban
e invocaban sus penas
como a Madre y Abogada
como Medianera y Reina
de los vecinos cristianos
que la rezaban en Cuenca.
Y como cuenta la historia,
y algunos autores niegan,
alli nacieron Obispos
que de allí fueron a América.
Hubo santos religiosos
que hicieron de sus Iglesias,
centro de predicación,
casa de las almas buenas.
Y entre las monjas clarisas
había Hermanas tan buenas
que al abandonar éste mundo,
nos dicen viejas leyendas,
escuchadas en el pueblo
sin que nadie las moviera
daban vueltas las campanas
pregoneras de la Fiesta
que en las Alturas daban
cuando dejando ésta tierra
la Religiosa Clarisa
volaba a la Gloria eterna.
Y fué una casualidad
cuando un día de tormenta
oculto el sol tras la noche
y envuelto en pueblo en tinieblas
junto al chasquido del rayo
las campanas daban vueltas
anunciando a los conquenses
que hay una religiosa muerta.
Era una bendita Hermana
humilde, sencilla, buena
que permutó el gozo humano
por las duras penitencias
y fué tal su santidad
que dando vueltas y vueltas
anunciaron a los hombres
su entrada en la Patria eterna.
Era la Hermana María
encargada de la huerta
que alternaba éste su cargo
con el puesto de Tornera,
de maestra de novicias
y de puntual compañera.
Disculpad, cuan larga ha sido dicha poesía, espero y deseo os haya gustado.
Rosa Maria.
Grandioso, histórico y bello
fué siempre el pueblo de Cuenca
con su castillo grandioso,
con sus preciosas iglesias,
con la Virgen del Castillo,
como su Señora y Reina
con sus vetustas ermitas
con sus ubérrimas tierras.
Dicen viejos pergaminos
que su escudo representa
en resumén una historia
compendio de épicas gestas:
una concha boca abajo
de Concha en lengua vacea,
una torre hay en su campo,
dos aguilas son su defensa,
unos bellos gallardetes
y al viento varias banderas.
Es el escudo precioso
que aún se puede ver en Cuenca.
Hubo un convento de Monjas
de Santa Clara, lo cuentan
las estatuas y estatutos
de estas personas modélicas
que a lo largo de los siglos
moraron entre sus rejas.
Tuvo además varias torres,
seis con sus seis Iglesias:
San Juan, San Pedro, San Justo,
San Manuel, Pastor y fuera
la dedicada a la Virden del
Castillo, hoy panera, tal
vez porque la Señora
amasó la carne tierna de
Jesús en sus entrañas
cuando un Angel la dijera
¿quieres ser Madre de Dios,
del trigo Jesús, panera?
Y con el sí pronunciado
hizo Dios la sementera
sembrando al Hijo de Dios
de María en la "panera".
Que vivió allí gente noble
nos lo dicen sus viviendas
de piedra e ilustres escudos
de fantásticas dovelas.
¿Fué un lugar maldito? No,
sufrió tremendas tormentas,
peste que diezmó la villa,
fuego que abrasó su hacienda
convirtiendo todo el pueblo
en un montón de pavesas.
De nada pudo servir
la laguna que allí cerca
recogía entre sus brazos
aguas que manan su cuenca.
Tres rías van recogiendo
las riadas de sus cuestas
y guiadas por su cauce
al Sequillo se las lleva.
Estos pueblos de prosapia
aún recuerdan sus grandezas
y se sienten orgullosos
de ser cachorros de aquella
gente noble y aguerrida
que defendió sus laderas
luchando contra el Islam
contra Romanos y Celtas.
Y es que en el pueblo vivía
una preciosa Doncella
a la que todos amaban
e invocaban sus penas
como a Madre y Abogada
como Medianera y Reina
de los vecinos cristianos
que la rezaban en Cuenca.
Y como cuenta la historia,
y algunos autores niegan,
alli nacieron Obispos
que de allí fueron a América.
Hubo santos religiosos
que hicieron de sus Iglesias,
centro de predicación,
casa de las almas buenas.
Y entre las monjas clarisas
había Hermanas tan buenas
que al abandonar éste mundo,
nos dicen viejas leyendas,
escuchadas en el pueblo
sin que nadie las moviera
daban vueltas las campanas
pregoneras de la Fiesta
que en las Alturas daban
cuando dejando ésta tierra
la Religiosa Clarisa
volaba a la Gloria eterna.
Y fué una casualidad
cuando un día de tormenta
oculto el sol tras la noche
y envuelto en pueblo en tinieblas
junto al chasquido del rayo
las campanas daban vueltas
anunciando a los conquenses
que hay una religiosa muerta.
Era una bendita Hermana
humilde, sencilla, buena
que permutó el gozo humano
por las duras penitencias
y fué tal su santidad
que dando vueltas y vueltas
anunciaron a los hombres
su entrada en la Patria eterna.
Era la Hermana María
encargada de la huerta
que alternaba éste su cargo
con el puesto de Tornera,
de maestra de novicias
y de puntual compañera.
Disculpad, cuan larga ha sido dicha poesía, espero y deseo os haya gustado.
Rosa Maria.