ADALIA: MÁS ALLÁ DEL ESPECTÁCULO...

MÁS ALLÁ DEL ESPECTÁCULO

Al fin el tiempo nos da a todos la razón. Tengo que dar mi más sincera enhorabuena a todos los componentes del Teatro Real que han hecho posible la representación de este maravilloso montaje de C (h) oeurs. (Coros/Corazones).
Va más allá de un espectáculo de música y danza. Algo que no se suele ver en nuestro país. Para mí es el latido de un corazón sangrante, que pone un nudo en la garganta, no sólo por la música, magníficamente escogida, como no podía ser de otra forma, sino por su belleza estética. Es un enfrentamiento de dos colosos de la Ópera.
La aparición del coro con el “Dies Irae” del Réquiem de Verdi, emociona, más bien sobrecoge. Lloras con el “Va Persiero” y, asombra el coro de peregrinos de Tannhauser de Wagner, o el final de la Obertura de la Traviata.
Ya era hora de que se pudiera representar en un teatro que todos pagamos algo así, poniendo el dedo en la llaga de un mundo tan cruel, al que ya nos hemos ido acostumbrando.
Una obra, según sigo leyendo en la mayor parte de las opiniones de los periódicos de grandes tiradas, puesta por los suelos en sus críticas. La miopía también tiene cura si se quiere.
Tenía curiosidad por comprobar el por qué de la polémica creada a raíz del estreno mundial. Ya sabía por mi hija, componente del coro, la controversia en el público que se estaba produciendo. Aunque se diga que “El simplismo es fascista” o que nos pregunten libremente quienes somos varias veces, no es para escandalizarse. Mucho más tenía que escandalizarnos la realidad que vivimos.
No es un espectáculo al uso, que aunque haga alusión a los indignados del mundo, no deja de ser la fuerza de unión, por defender la dignidad humana. La música siempre es sinónimo de paz y, nunca tendría que alentar la violencia.
Hasta cierto punto es comprensible que alguien pueda protestar, cuando en el escenario se pone un espejo que refleja la realidad de un mundo incomprensible. Todos nos somos iguales, pero hay que respetar a quien pueda molestarle mostrar las manos manchadas de sangre. Bien por ejecutores o por consentidores, de un mundo que llamamos civilizado; aunque la obra no cuestione en si a los malos políticos del mundo, (porque quien manda es el poder económico) sí lo hace con los sentimientos nacionalistas por la música, pero pacíficamente y con mucho arte.
La verdad duele, pero la mentira mata y, allá cada uno con su conciencia. Los que abandonan la sala, tampoco pueden evitar ver a los que se mueren de miseria o tiritan de frío (como en el ballet) tirados por las calles de Madrid y, de todo el mundo. Solemos pasar de largo, ya estamos demasiado acostumbrados a ver en las noticias tanta miseria e injusticia, por culpa de otros…
Yo animo a seguir haciendo estos montajes valientes, con valores humanos y, dulcificados con la música seria y la danza. (Por cierto el ballet no mostraba, como han dicho “sólo tetas y culos”). Yo sólo he visto la desnudez del mundo… hecho con mucho arte y valor, al irse despojando de las vergüenzas y, de nuestra careta…
Al menos ese día, yo sólo he visto abandonar la sala a dos personas y un solo silbido. A lo mejor ya van cediendo. Porque al final sólo escuché el estallido de una bomba de aplausos y, los “bravos” “bravos” aunque yo por no desentonar, me quedé con las ganas de gritar otras palabras como “Justicia” “Conciencia” Etc… pero me tragué las lágrimas de un final triste, en el que más bien van tirando la toalla como despojos humanos, porque nada cambiará en este mundo, por desgracia.
Después ya se fue quedando vacío el teatro, en silencio… Un silencio que invita a ver y escuchar de nuevo el duende del arte innovado, en este maravilloso universo musical de estos dos genios creadores.
Ahora, al haber hecho el Teatro Real de Madrid con esta obra la gira por Europa. Lo mismo en Holanda, en Alemania que en Bélgica, el éxito ha sido arrollador. En la que el público de pie aplaudió entusiasmado.
Quizá España sigue siendo diferente, también culturalmente claro. Pero los que amamos el arte, entendidos y, menos entendidos tenemos el derecho de poder disfrutar de lo bueno. De la magia musical con mayúsculas por saber combinar la Ópera con la danza, de saber dónde está el duende que emociona y, entonces se desborda la imaginación creadora para exteriorizar la belleza sin prejuicios, más allá del espectáculo.

Jacinto Herreras Martín