ADALIA: MÁS ALLÁ DEL ROCIO...

MÁS ALLÁ DEL ROCIO

Dice la letra de una de las sevillanas más bonitas. “Tiempo detente, es tan grande el consuelo que mi alma siente, que duren mis anhelos eternamente.”
Yo creo que para tener una opinión muy objetiva del recio, hay que hacer el camino y sentirlo, vivirlo con su buena gente para ir descubriendo los entresijos de su encanto.
Quizá desde otros lugares sea fácil tildarlo de cierto fanatismo, habrá de todo, pero describir tanta emoción y devoción, sería como querer explicar los sentimientos de los demás gratuitamente, hay que observar y descubrir que es lo que se esconde detrás de tan misterioso bullicio.
Para muchos es la Andalucía que grita doliente en su rocío particular y, expresado colectivamente. Su sentir religioso es un feliz lamento, un afán de exteriorizar su fe como un cilicio mágico, entre el polvo del camino y el cansancio. Un refugio quizá un suspiro, el ruego de un pueblo que reza cantando. Lo de “la España profunda” y, ¿Porqué no…? Y también seria y consecuente con su cultura, que ya quisiéramos tener en todos los sitios.
Todo el misterio no es más que la devoción por la Virgen del Rocío. Una fe tan profunda capaz de poner en sintonía a miles de almas diferentes, en un mismo sentimiento que transciende a una dimensión folclórica y religiosa, con lágrimas de alegría y mucho arte. Los Almonteños celebran año tras año su mayor fiesta. Acompañados de más de cien hermandades y otras muchas asociaciones, incluso de fuera de nuestro país.
Todos los años canal sur nos acerca con sus cámaras a tan bello espectáculo y, algún que otro inevitable discurrir de famosos, para la tele-basura y alimentar el morbo un tanto vergonzoso que padecemos en otras televisiones y, que muchísimos Españoles no merecemos.
En la semana del Rocío lo mejor es su gente, entre ellos uno se siente como en una arcadia feliz, que cuando llega el lunes de madrugada en que los Almonteños sacan de procesión a su Virgen, que parece que vuela o, navega entre miles de devotos al amanecer. Es todo un espectáculo lleno de emoción y de fe, donde para muchos se percibe algo sobrenatural, es como si ese acercamiento de la imagen a su pueblo se estrechara un puente, entre lo divino y lo humano, a través de los capellanes que proclaman su intervención, en el que parece como si ese misticismo se hiciera realidad.
Todo ese embrujo, ese colorido de la mañana, en el que poco a poco se va desvaneciendo con nostalgia algo inevitable. Cuando ya ha pasado la Virgen, uno se pregunta ¿Qué hago yo aquí…?, si no es empezar a soñar por que ya falta un día menos para volver a vivirlo, a volver a sentir la música de las palmas, de las sevillanas con toda su letra poética y, la salve, con ese olé olé olé, que no es otra cosa que el aleluya del Rocío.
Al final te das cuenta que esa romería, también son postales que se quedan en la retina. El río Quema, la noche de Palacio, el Ajolí en fin, uno puede seguir pintando el cielo de colores entre la poesía que derrocha todo el encanto y, hacer posible la esperanza de que un día seamos todos mejores, más allá del Rocío.

Jacinto Herreras Martín