CUANDO EL VIENTO TE PUEDE ASUSTAR
Aquel hombre labrador de profesión, tenía su casa rodeada de árboles frondosos, y el hombre viudo desde hacia solamente un mes, aquella noche sentía el viento como nunca le había sentido, era la época del otoño, algunos árboles estaban perdiendo sus hojas, y el silbido o ruido era enorme, intento mirar desde su ventana al patio de su casa, todo estaba en orden, solamente las ramas de alguno de esos árboles se movían sin cesar, nunca este labrador había notado tal ruido, pensó que su vida fue la de trabajar duro, y perdiendo a su esposa de una enfermedad maldita, le había dejado tocado su cerebro, aquella noche no podía dormir, era el ruido superior a otras noches de hace años, aunque en su tiempo joven se quedaba dormido sin apenas darse cuenta, su esposa era la que le decía algo sobre el tiempo, y él hombre dormía a tope con descanso, más esa noche los fantasmas aparecieron, la luz del patio estaba apagada, y sobre su ventana veía la imagen de su esposa envuelta en un velo blanco que la cubría hasta los pies, se levantó de la cama sin meter ruido, y llegó hasta la ventana nombrando a su esposa ya fallecida, según avanzaba por la habitación dormitorio, esa imagen se iba diluyendo, y un temblor de dejarle casi atónito le corría por todo su cuerpo, era la primera noche que él pensó que soñaba con su difunta esposa, y que el viento fue como una alarma para que pudiera tenerla cerca, más el viento siguió silbando, y notó como si un estremecimiento le dejara medio helado, volvió a su cama deprisa, se tocó sus manos aun encallecidas del trabajo, y sin poder dormir seguía mirando a su ventana, presentía que si era su esposa volvería a estar allí para poder decirle algo, que no sabia cual seria su mensaje, Pasaron horas hasta el amanecer, sin poder ver nada raro, pero en su memoria seguía estando aquella mujer envuelta en un velo blanca, y aquella mañana se dirigió al cementerio donde su esposa descansaba para la eternidad, Tuvo que hablar con él enterrador que tenía las llaves del Campo Santo, y este hombre que era amable le acompaño hasta la sepultura, todo estaba normal, solo se veía alguna huella de lluvia de ese época del año, Más el hombre aquel, estaba todas las noches pendiente de esa ventana casi cerrada a tope, quería saber lo que su esposa le quería anunciar, Nada logró ver, solamente el silbido de las ramas de sus árboles le despertaban de vez en cuando, sin el dejar de mirar a ese lugar donde siempre pensó que su esposa le vino a visitar,
G X Cantalapiedra.
Aquel hombre labrador de profesión, tenía su casa rodeada de árboles frondosos, y el hombre viudo desde hacia solamente un mes, aquella noche sentía el viento como nunca le había sentido, era la época del otoño, algunos árboles estaban perdiendo sus hojas, y el silbido o ruido era enorme, intento mirar desde su ventana al patio de su casa, todo estaba en orden, solamente las ramas de alguno de esos árboles se movían sin cesar, nunca este labrador había notado tal ruido, pensó que su vida fue la de trabajar duro, y perdiendo a su esposa de una enfermedad maldita, le había dejado tocado su cerebro, aquella noche no podía dormir, era el ruido superior a otras noches de hace años, aunque en su tiempo joven se quedaba dormido sin apenas darse cuenta, su esposa era la que le decía algo sobre el tiempo, y él hombre dormía a tope con descanso, más esa noche los fantasmas aparecieron, la luz del patio estaba apagada, y sobre su ventana veía la imagen de su esposa envuelta en un velo blanco que la cubría hasta los pies, se levantó de la cama sin meter ruido, y llegó hasta la ventana nombrando a su esposa ya fallecida, según avanzaba por la habitación dormitorio, esa imagen se iba diluyendo, y un temblor de dejarle casi atónito le corría por todo su cuerpo, era la primera noche que él pensó que soñaba con su difunta esposa, y que el viento fue como una alarma para que pudiera tenerla cerca, más el viento siguió silbando, y notó como si un estremecimiento le dejara medio helado, volvió a su cama deprisa, se tocó sus manos aun encallecidas del trabajo, y sin poder dormir seguía mirando a su ventana, presentía que si era su esposa volvería a estar allí para poder decirle algo, que no sabia cual seria su mensaje, Pasaron horas hasta el amanecer, sin poder ver nada raro, pero en su memoria seguía estando aquella mujer envuelta en un velo blanca, y aquella mañana se dirigió al cementerio donde su esposa descansaba para la eternidad, Tuvo que hablar con él enterrador que tenía las llaves del Campo Santo, y este hombre que era amable le acompaño hasta la sepultura, todo estaba normal, solo se veía alguna huella de lluvia de ese época del año, Más el hombre aquel, estaba todas las noches pendiente de esa ventana casi cerrada a tope, quería saber lo que su esposa le quería anunciar, Nada logró ver, solamente el silbido de las ramas de sus árboles le despertaban de vez en cuando, sin el dejar de mirar a ese lugar donde siempre pensó que su esposa le vino a visitar,
G X Cantalapiedra.