El ciervo y la hierba fina.
Mi ramo de boj se lo comió un ciervo y el cura no me lo dio. Aquel domingo de ramos lloré de estupor. Por eso me fui al cañón del
río Muriel Viejo con la navaja de pelar patatas y me corté uno para mi
ventana. Ya no voy mas a misa porque el cura no me lo dio. ¡Cógeme uno mañana para mi
casa!. Con el que me corté yo, ahora barro el corte y azoto al cochino al ir a echarle. Lo corté lo más grande que pude porque me quedé frustrado. Tal fue el enfado que cogí que aún lamento
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