BLACOS: Federico, el Príncipe de La Paz...

Federico, el Príncipe de La Paz

Muchas veces los nudos que tejen las formaciones familiares se estrechan más gracias al cariño, el roce y la amistad que a los distintos grados de parentesco o a las determinaciones caprichosas del árbol genealógico. Y a Federico yo siempre lo vi como una parte importante de mi familia, y debo reconocer que a veces veía reflejada en él esa figura paterna que me robó la tragedia de la vida, cuando apenas había comenzado a dar mis primeros pasos por ella.
Federico es un nombre masculino, de origen germánico, proviene de Friedich. Y significa Príncipe de La Paz. Hay que reconocer que los padres de Federico, Antonia y Teodoro, tenían unas proverbiales dotes premonitorias que ya nos adelantaban que llegaba a la vida un hombre pacífico y benevolente, pero también un hombre especial, intuitivo, inteligente y con aspiraciones intelectuales que lo convertían en una persona peculiar en el tiempo que le tocó vivir.

Niño precoz en muchas cosas, a los diez años por ejemplo, asombró a todos los presentes en el frontón de Rioseco, que en aquellos años era la. cuna comarcal del deporte de la pelota a mano. Llegó a las fiestas del pueblo con una larga camisa blanca y se tuvo que atar las mangas para que le dejaran libres las manos con las que iba acariciar la pelota, Ofreció una auténtica lección y su mano izquierda era como un guante, capaz de colocar la pelota en aquellos rincones en los que solo habitaban las telarañas. Allí se doctoró como pelotari y despees también ofició su cátedra en la calva o en cualquier otro juego o deporte de aquellos años. Su habilidad física se fortalecía con una inteligencia suprema. La pena es que ya no quedan testigos presenciales de sus gestas, pero él se encargó de preparar a grandes relatores, como su hijo Miguel, que ha heredado su prodigiosa memoria y su enorme facilidad de palabra

Pero la vida también la enseñó desde muy pronto que nada era fácil para los tiempos que corrían. También a los diez años coincida con otro pillo del carrascal, como mi tío Cristino, y descubrieron que la astucia era otra arma para luchar contra la necesidad. Los dos eran cabreros y cada día se espabilaban para ordeñar a una cabra, hacer fuego, calentar la leche y mojar trozos de pan duro para prepararse un desayuno que ahora se llamaría energético. Una auténtica lección de supervivencia en tres líneas.
Y por si fuera poco, en el mismo lote, llegó al mundo con un finísimo sentido del humor, marca de la casa y con proyección en el árbol genético porque también la ha heredado su hijo. Nunca se me olvidará el show que montaron los dos en el autobús que desde Soria nos llevaba hasta Blacos después de la boda de Mari y Manolo. Cuando estábamos en las carreras ya nos dolía todo de tanto reír. Padre e hijo obligaron al conductor a parar el autob´ñus en el puente de Blacos. Decían que tenían mucha sed y que querrían ir a la fuente a beber agua. El camino era una cuesta pronunciada y llena de piedras sueltas y baches. Un camino que se les quedaba estrecho y que despertó la preocupación de Vitoria, que desde el autobús les gritaba y les llamaba de todo Ellos abrazados por el hombro no hacían caso y sólo se reían. Les decía que se iban a matar en la cuesta y después que se iba a ahogar en el río Llegaron a la fuente, bebieron agua y no se cayeron ni en la cuesta ni al río. Claro que en este caso era difícil que se ahogarán porque era verano, y como mucho se hubieran mojado hasta el tobillo. Pero eso a Vitoria no la iba a estropear su excelente actuación dramática. Y es que los dos, Vitoria y Federico cultivaban con todo el esmero del mundo a su familia, que en realidad era lo que les importaba de verdad y a la que dedicaron todos los años de su vida. Y seguro que ahora presumen de los buenos resultado que obtuvieron, aunque he de reconocer que no soy objetivo porque es la familia de Blacos que mas he querido y quiero, desde siempre.

Pero había más, porque Federico tenían otras muchas inquietudes y una gran afición por la política. Pero esa política entendida desde la entrega y el esfuerzo personal en busca de intereses comunes. El nunca pudo entender la política desde el egoísmo y los intereses personales. También era muy aficionado al fútbol, pero su ley de vida lo llevaba a poner por delante el deber a la devoción. Y en 1982 era una de sus varias etapas como alcalde de Blacos. Y justo cuando comenzaba el Mundial de España había que hacer las primeras calles de hormigón del pueblo. En uno de los negocios nefastos y ruinosos que hacían mi madre y su mujer, me convirtieron en su peón de albañil perfecto y casi único, porque el puesto tenía poca demanda. Fue uno de las veranos más calurosos del siglo XX, y a pesar de ello ahí estábamos los dos de sol a sol extendiendo el hormigón por las calles Palomar, Las Damas y La Plaza, entre otras. Federico predicaba con el ejemplo y no levantaba la cabeza ni escurría el bulto nunca. Yo lo intente pero mi capataz, el tío Daniel, se las sabía todas, y no me daba tregua. Federico lo que de verdad daba, era ejemplo. Nos quedamos sin ver el fracaso de España y el triunfo de Italia. Pero a cambio de eso, más de 40 ñaños después, todavía hay tramos originales de lo que hicimos, sí que no estaría tan mal.
Federico, seguro que no le daría ninguna importancia porque para él no la tenía, pero estoy convencido de que lo ha recordado siempre, porque su memoria era uno de los mejores archivos de Blacos. Una fuente inagotable de vivencias, adornada por los grandes conocimientos y cultura que atesoraba y que mostraba nada más intercambiar una frase con él. De su conocimiento y de sus inquietudes intelectuales puede dar buena cuenta ese diccionario que siempre tenía a mano para consultar cualquier duda o aprender el significado de de cualquier palabra que se interponía en su camino. Las tapas desgastadas y cuarteadas por sus dedos anhelantes de saber dan buena cuenta del uso que le dio. El diccionario siempre estaba al lado del periódico que leía todos los días y al que estaba suscrito desde siempre. ¿Quién de la plaza no recuerda al cartero cuando venía a traer el periódico a Federico? Y aunque no siempre pasa, en su caso la lectura iba unida a la escritura, de la que ha dejado un legado extenso e intenso. Aficiones que definen a un hombre singular, inteligente, adelantado a su tiempo y que era capaz de combinar sus inquietudes culturales con el trabajo arduo del campo, ya fuera acompañando a las ovejas o al volante de su tractor. Pero en ese designio de paz que le imponía su nombre Federico era un hombre bueno, amigo de la serenidad, alejado de cualquier estridencia y dueño de un enorme autocontrol. Jamás se le veía enfadado, y siempre te recibía con una sonrisa franca y un rictus de amistad y cariño. Y todo antes de un torrente de conversación en el que no importaba el tema porque dominaba todos. Esa curiosidad y ese afán de saber seguro que han influido en su larga vida, porque nunca era buen momento para irse, porque siempre había algo nuevo que leer y algo nuevo que escribir. A su manera, esta vida también ha decidido premiar su dedicación y ha celebrado su funeral el mismo día de su santo. Sí, el 18 de julio es San Federico, el príncipe de La Paz.
Después de casi 98 años ha decidido emprender su viaje. Seguro que al otro lado del camino le espera Vitoria, la dama del pañuelo azul. Y como hacía antes, lo recibirá con algo así,: “Rediós bendito ya era hora de que vinieras”, Y seguro que Federico la mirara con esos ojos cristalinos, esos ojos balsámicos que paraban el tiempo y le dirá, “No había prisa Vitoria, nos queda por delante la vida eterna”.