BLACOS: Continua...

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Cruzando la era llegamos al camino de Abioncillo, y ya divisamos uno de los muchos tesoros naturales de Blacos, El Carrascal. Este es un hermoso bosque muy tupido, de encinas, robles y enebros, que siempre ha cumplido un papel fundamental en las actividades y economía de nuestro pueblo.
De aquí siempre se han surtido de leña y además se fabricaba carbón vegetal. Esto daba un extra a la economía de nuestros abuelos, ya que en algunos pueblos de los alrededores no la tenían y allí la llevaban a vender, además era una actividad que se hacía en otoño e invierno, cuando eran mucho menos las labores del campo. Si nos damos una vuelta encontraremos numerosos círculos de tierra ennegrecida, restos de antiguas carboneras, donde nuestros mayores con su esfuerzo, sudor y hachazos preparaban los montones de leña que luego cubrirían de tierra para cocerla, como ellos decían, y hacer el milagro del carbón vegetal.
Otra de las actividades de la que incluso quedan asombrosos restos arquitectónicos, son las colmenas, existe un colmenar llamado,”de los panaderos”, que a mi personalmente siempre me ha parecido espectacular, tanto por sus dimensiones enormes, como por su belleza, lo que me hace imaginar lo importante que debió de ser el cultivo de la miel en estos impresionantes parajes llenos de espliego y tomillo, donde se mezclan la calma y los embriagadores aromas, de manera que el simple hecho de tumbarse a la sombra de una encina se convierten en un placer del que nunca te puedes desprender.
De lo que no sólo El Carrascal está sembrado, sino que también al resto de montes del término lo está, es de tainas y majadas. Algunas todavía se mantienen milagrosas en pie, como revindicando lo importantes que fueron y negándose a caer en el más triste de los olvidos, a otras ya les fallaron las fuerzas y están tendidas en el suelo, y las demás despojadas de su piel, sólo lucen el esqueleto de nobles troncos pelados que en su día fueron cortados. Estas bellas ruinas denotan lo importante que fueron en esta tierra los rebaños de ovejas y los pastores y las pastoras y las mantas y las noches al sereno y los miedos y las penas y los primeros amores que eternamente grabados quedaron en la madera. Ni una sola casa había en la que no las hubiera.