Hay pueblos que hace muchos años que viven abandonados aunque algunas de sus casas están abiertas y nunca falta gente por sus calles. Sin embargo hay otros vacíos, con las puertas cerradas y con las calles comidas por las matas de hierba que crecen entre las grietas de su cemento y no son pueblos abandonados, sólo les falta vida que es muy distinto. Blacos es un pueblo que lleva camino de perder su vida pero creo que tardará mucho más en sumirse en el abandono. No lo hará mientras quede alguien que mantenga cuentas pendientes con él, mientras viva una sola persona que tenga que ir cada año a su encuentro para agradecerle su infancia, sus primeros pasos, sus días duros o sus noches en vela. En estos casos el pueblo, Blacos, es como ese primer amor que se recuerda toda la vida y con el que siempre nos sentimos en deuda y al que siempre creemos que le tenemos que agradecer algo. Unos muestran ese agradecimiento todos los días, otros de vez en cuando, otros más lo hacen una vez al año o de tarde en tarde. Pero mientra se mantenga viva esa necesidad de agradecimiento, el pueblo podrá estar vació pero nunca abandonado. Mientras esa necesidad se mantenga viva Blacos será un pueblo con alma y el abandono del alma no resulta tan fácil como el del cuerpo.