RIAZA: LAS DUDAS LE MACHACABAN...

LAS DUDAS LE MACHACABAN
Aquella tarde de abril, era un mal presagio, para aquel joven que se sentía desbordado y sin ilusiones. Su mal presente le tenía aferrado, a sus ganas de encontrar un trabajo, que fuera reenumerado, cómo el de sus antiguos compañeros de colegio, todas las iniciativas que tomaba, le salían mal, los lugares donde se acercaba a dejar sus currículos, parecían no tener interés en darle ningún trabajo, en aquel momento, sus intenciones eran cada día más anuladas, y para su interés, el tiempo pasaba, dejando su futuro mucho más penoso. Aquella tarde de finales de Abril, su conciencia le estaba dando razones, que no eran demasiado buenas, caminaba por aquella gran ciudad, como un sonámbulo, que no sabe donde puede terminar sus andadas. Se miro sus manos, que eran fuertes y sanas, y al mismo tiempo se fijo en un escaparate, que le reflejaba su imagen cansada y abatida, dentro de aquella tienda de ropa moderna, se dio cuenta que existía un traje de caballero, que le podía haber caído muy bien a él, si hubiera tenido dinero. Pero pensaba, soy un despojo en esta sociedad actual, donde aunque estés muy bien preparado, no es nada fácil, el abrirse camino. Se alejo de aquel escaparate, entre sueños y malos pensamientos, en su mente luchaban distintas versiones de su presente, todo se volvía raro y complicado, No sabía dónde dirigirse, cada minuto que pasaba, dando vueltas por aquellas aceras, le parecía mucho más complicado el seguir en aquella ciudad. De pronto se encontró ante una estación de autobuses, donde sin pensarlo siquiera, se subió al primer autobús que de allí salía, había subido sin coger billete de ida, pero no le importo su resultado, el autobús circulando por autovía y luego una carretera nacional, le condujeron a una localidad, donde jamás había estado, y allí se apeo, y sin saber lo que quería, se marchó hacia las afueras de aquel bonito lugar, en el camino presentía que alguien le ayudaría, y así sucedió, cómo a unos doscientos metros de la salida de aquel pueblo, vio a un señor que trabajaba en un huerto, y a la vez se veía una granja de vacas, le pregunto el joven sí tendría algún trabajo para él, y el granjero le dijo que sí, pasa por aquella puerta de madera, y ponte el mono azul, con las botas de goma, para que empieces hoy tu jornada, el joven accedió, y pronto se vio, entre unas vacas que le bramaban, al tiempo que les echaba de comer hierba seca, o lo que algunos llaman heno, aquel día termino cansado, pero el granjero, pronto le preparo en su domicilio, una habitación con cuarto de baño, y una cama quizá un poco dura, pero que el joven con el cansancio, no dudo en dormirse sin reparos. A la mañana siguiente, el granjero le despertó, y sin perder tiempo, empezó su jornada de trabajo, entre las vacas haciendo limpieza de la cuadra, y trayendo hierba para alimentar a dicho ganado. No habían pasado ni quince días, cuando el joven se había acostumbrado, a vivir aquella nueva vida, entre animales y huerta, dejando que sus manos se pusieran callosas, aunque con la alegría de ganarse su pan cada día, los vecinos de aquel granjero, se paraban en las cercas, para ver al nuevo hombre, que estaba ayudando a su dueño, a producir y cuidar el ganado, las preguntas no tardaban en llegar, pero el joven las esquivaba sin apenas contestar, eran algunas maliciosas, y otras preguntas eran de quererse enterar de cómo había llegado allí, ya que nadie le conocía, ni sabía de donde procedía, más el joven seguía en su trabajo dedicado, sin importarle los aledaños, ni los curiosos. Pronto llego una hija del granjero, que vivía en otra ciudad, y con ella emprendió una rápida y confortable amistad, que le llevaría aquel joven, hacerla su esposa, y sin ninguna tregua, ser los dos los que más tarde llevarían su granja, sin esperar que nadie de ninguna ciudad, les propusiera un trabajo con dignidad, aquel viaje sin retorno, fue lo mejor de aquel mes de Abril, donde sus dudas se quedaron en aquella ciudad, sin esperar un arreglo. G X Cantalapiedra.