COMENTARIO SOBRE DONHIERRO: PARA PASAR EL RATO
Que solo estaba yo. Hacía un rato que había llegado de Madrid, teniendo alrededor cuatro millones de personas y aquí en el alto del Ajar a ciento veinticinco kilómetros, no había nadie, ni una sola persona que pudiera disfrutar de estos paisajes tan extraordinarios que tiene Donhierro. Hice las fotos y extendí la vista por toda la llanura, para poder contemplar por última vez ese mar de espigas que movidas por el viento dibujaban olas que no tenían nada que envidiar alas olas del Mediterráneo.
Y volví a pensar, que solo estaba yo, No había ni una sola persona que pudiera disfrutar de aquellos paisajes que tiene Donhierro.
Pero que equivocado estaba, gire la cabeza hacia el lado derecho y en ese justo momento vi como un águila y digo águila (no por mis conocimientos ornitológicos, sino por lo grande que era y la gran envergadura que tenía) salía de entre la maleza de la ladera y empezaba a remontar el vuelo majestuosamente, visualizando los sembrados de la extensa llanura, para poder descubrir alguna posible presa. Así estuvo un rato hasta que desapareció por el horizonte.
También salieron unas cuantas perdices, que corriendo y dando un corto vuelo se libraron de mi molesta presencia metiéndose en los sembrados.
Observando mas detenidamente el entorno, pude darme cuenta que una pareja de pardillos, entre canturreos, se afanaban en construir el nido en una frondosa ulaga.
Había también alguna calandria, que subía y cantaba, cantaba y subía, como si con ello quisiera llegar al cielo infinito. Y como soy algo creyente, pensé en aquel momento, si con aquellos cantares, quería alegrar el día, hasta el mismo San Lorenzo.
Por último os digo, como era un día de un poco de viento, las golondrinas en vuelo rasante volaban pegadas a las crestas de las olas que formaban las espigas como si con ello quisieran peinarse el plumaje.
Después de ver todo aquello pensé, no estoy tan solo en los bonitos campos de Donhierro.
Saludos.
Que solo estaba yo. Hacía un rato que había llegado de Madrid, teniendo alrededor cuatro millones de personas y aquí en el alto del Ajar a ciento veinticinco kilómetros, no había nadie, ni una sola persona que pudiera disfrutar de estos paisajes tan extraordinarios que tiene Donhierro. Hice las fotos y extendí la vista por toda la llanura, para poder contemplar por última vez ese mar de espigas que movidas por el viento dibujaban olas que no tenían nada que envidiar alas olas del Mediterráneo.
Y volví a pensar, que solo estaba yo, No había ni una sola persona que pudiera disfrutar de aquellos paisajes que tiene Donhierro.
Pero que equivocado estaba, gire la cabeza hacia el lado derecho y en ese justo momento vi como un águila y digo águila (no por mis conocimientos ornitológicos, sino por lo grande que era y la gran envergadura que tenía) salía de entre la maleza de la ladera y empezaba a remontar el vuelo majestuosamente, visualizando los sembrados de la extensa llanura, para poder descubrir alguna posible presa. Así estuvo un rato hasta que desapareció por el horizonte.
También salieron unas cuantas perdices, que corriendo y dando un corto vuelo se libraron de mi molesta presencia metiéndose en los sembrados.
Observando mas detenidamente el entorno, pude darme cuenta que una pareja de pardillos, entre canturreos, se afanaban en construir el nido en una frondosa ulaga.
Había también alguna calandria, que subía y cantaba, cantaba y subía, como si con ello quisiera llegar al cielo infinito. Y como soy algo creyente, pensé en aquel momento, si con aquellos cantares, quería alegrar el día, hasta el mismo San Lorenzo.
Por último os digo, como era un día de un poco de viento, las golondrinas en vuelo rasante volaban pegadas a las crestas de las olas que formaban las espigas como si con ello quisieran peinarse el plumaje.
Después de ver todo aquello pensé, no estoy tan solo en los bonitos campos de Donhierro.
Saludos.
