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BERNUY DE COCA: Jesús fue un carpintero, hijo de un carpintero, cuya...

Jesús fue un carpintero, hijo de un carpintero, cuya vida transcurrió casi por completo en una aldea de una de las más pequeñas provincias del Imperio Romano. Sin duda, este personaje histórico ha sido y es uno de los más estudiados e influyentes de la Historia. Su existencia histórica no cabe ninguna duda, aunque los autores paganos de la época hablan muy poco de Jesús, pues es comprensible que el movimiento mesiánico de un joven carpintero de Nazaret atrajera poco su atención, aunque sí aparece en textos paganos (como los de Tácito, Suetonio, Flavio Josefo y Plinio el Joven). Por otras fuentes nos han llegado multitud de manuscritos cuya concordancia entre ellos es, en general, extraordinaria. De hecho, los críticos son unánimes en afirmar que ningún escrito de la antigüedad goza de tanto valor. Entre estos textos destaca el reconocido por la Iglesia como auténtico, el Nuevo Testamento, compuesto por 4 Evangelios (los 3 primeros compuestos antes del año 70 y el de San Juan hacia el año 100) y otros escritos, en su mayoría cartas de los primeros discípulos escritas antes incluso que los Evangelios. La sobriedad de estos textos resalta su veracidad y remarca que no se trata de una historia fantasiosa inventada para impresionar.

Si Jesús fue o no Dios no tiene demostración científica. Es una cuestión de Fe y no de Ciencia, aunque la Fe puede basarse en hechos históricos y científicos que, aunque pueden y deben ponerse en duda, existen. Jesús fue una persona de gran humildad (Mt. 11, 29), justicia (Mt. 23, 23, Mt. 22, 21), sabiduría (Mt. 13, 54), moralidad, ética, altruismo, rectitud interior y desprendimiento de bienes materiales (Mt. 6, 25). Producía tal impresión que sus mismos enemigos no podían obviarla (Mc. 12, 13-17), hasta los príncipes de los sacerdotes no encontraron un falso testimonio para hacerle morir (Mt. 26, 59-60), por lo que la causa última de su condena fue el hecho de que se declarara como Rey (Jn. 18, 28-38). Poncio Pilatos, procurador romano en Judea del 26 al 36 d. C., reconoció su inocencia (Mt. 27, 24) y hasta Judas dijo haber entregado a un inocente, devolvió las 30 monedas de plata (Mt. 27, 3-4) y se ahorcó.

Las "pruebas" de su divinidad pueden encontrarse en los milagros (del que su propia Resurrección es el más importante) así como en las profecías mesiánicas que anunciaban muchos años antes y en muchos textos la llegada de un Mesías (Miq. 5, 2, Mt. 2, 5) y dan detalles sobre la vida y muerte de ese personaje: su genealogía, que nacerá en Belén, que será vendido por 30 monedas, maltratado, sus manos y pies traspasados, sus huesos dislocados pero ninguno roto (Ex. 12, 36; Núm. 9, 12; Salm. 22, 21), su túnica sorteada, equiparado a los malhechores... Curiosamente, los mismos daños afligidos a su cuerpo se observa que aparecen en el cuerpo "impreso" en la Sábana Santa de Turín, un lienzo de lino de poco más de 4 metros de longitud que, según la tradición, José de Arimatea utilizó como mortaja de Jesús. En este extraño sudario aparece la imagen de un hombre de cuerpo entero (de 1.82 m. de altura) en forma de negativo fotográfico producida por una radiación especial que generó una imagen tridimensional sólo detectable mediante aparatos especiales (como el VP8 de la NASA) y aún hoy día sería imposible de duplicar. En esta mortaja se han encontrado pólenes de plantas de Palestina ya extinguidas y constatadas por fósiles encontrados en la zona, las manchas de sangre son del tipo AB (muy común entre los hebreos) y siguiendo una costumbre popular de la época, se aprecian los ojos cubiertos por sendas monedas identificadas como "leptones" (una moneda acuñada por Pilatos bastante corriente en esa época).

Los análisis efectuados a este lienzo han sido tan exhaustivos, tan completos y tan objetivos que llegan incluso a estudiar la forma de las manchas de sangre, a contar sus heridas (más de 1.000), a escribir libros completos sobre una sola herida y a concluir que aunque no puede explicarse el suceso, lo que ocurrió fue que aquel cuerpo se convirtió en una radiación lumínico-térmica ortogonal (hacia arriba y hacia abajo, pues los laterales no están grabados). Esa radiación produjo pequeñas quemaduras en el lienzo de magnitud proporcional a la distancia del lienzo al cuerpo y dejó el lienzo marcado con esa radiación, desapareciendo el cuerpo. Eso, no se contradice con el hecho bíblico de que Pedro y Juan, cuando entraron en el sepulcro vieron el lienzo atado tal y como lo habían dejado, pero sin cuerpo. Ante tal impresión se dice: "Y vio y creyó".
(continua)