Concluido en 1693, es la obra más colosal de José de Churriguera. Las grandiosas columnas salomónicas recubiertas de pámpanos y racimos forman un verdadero cortejo de luz dorada en torno al gran expositor central. Entre ellas hay dos estatuas: una de Santo Domingo de Guzmán y la otra de San Francisco de Asís, ambas atribuidas al autor del retablo; como coronación de todo el conjunto podemos apreciar el cuadro de Claudio Coello que representa el martirio de San Esteban.