El príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, manda empedrar la calle principal de la ciudad, la Rúa de San Martín, intentando demostrar con esta acción los beneficios urbanos e higiénicos que supondría tanto par los salmantinos como para la ciudad contar con unas calles más saneadas. Los vecinos al ver la mejora que suponía para ellos, acabaron colaborando en la pavimentación de otras vías, pero el empedrado generalizado de todas ellas no llegaría a la ciudad hasta bien entrado el siglo XVIII.