Poderoso y alta campanario desde el que se transmitían mensajes a todos los vecinos. Las campanas tan altamente instaladas se harían oír, no solo en el antiguo recinto amurallado y sus arrabales, lo más probable es que llegar mucho más lejos informado a quienes trabajaban en las huertas ribereñas del Tormes o cuidando de los ganados en parajes menos propicios para las siembras, de los acontecimientos que se producían. Había tres toques imprescindibles, los conocidos como del ángelus, que el primero tenía lugar al amanecer indicando la hora en que el personal debía ponerse en marcha; a mediodía, que señalaba la hora de la comida y al atardecer, que les decía a los vecinos que había llegado la hora de dejar de trabajar, marchar para el hogar y rezar. Desde lo alto, siguiendo la costumbre, en caso de tormenta se tañían las poderosas campanas y se rezaba a Santa Bárbara para espantar las tormentas que traían piedra. Las muertes, los días de fiesta, las llamadas de socorro en caso de incendio, etc. se transmitían a través de los tañidos que el experto campanero arrancaba al bronce de la torre; incluso, antes de la invención de los relojes mecánicos, también servía para comunicar las horas a los vecinos, previa lectura de la misma en los relojes de sol que estaban ubicados en las proximidades.