UNA NUEVA VENTANA
A UN MUNDO DIFERENTE
Hubo un hombre en la segunda mitad del siglo XVI que protagonizó una de las historias más fascinantes de la historia de la libertad. Fue un huérfano, un pobre, un rebelde, un sumiso, un automarginado del saber oficial. Pero que, sin embargo, escribió con palabras nuevas de una sabiduría diferente, más profunda y más verdadera. Viejas palabras de amor, que a pesar del paso de los siglos siguen sonando como nuevas. Quizás hoy día, más nuevas y más contemporáneas que nunca. Versos que sentimos como nuestros porque, por de pronto, lo primero que hacemos es emocionarnos cuando los leemos o escuchamos.
Juan de Yepes, por otro nombre, Juan de la cruz, fue un viajero incansable, y de los de a pie, por tierras de Castilla. Pero ante todo fue un viajero del alma, un contemplativo de los paisajes interiores. Lo suyo fue un viaje interior al mundo de la libertad. De esa libertad dichosa que cuando la encuentras ( y acaso te encuentra ella a ti), te hace caminar por la vida andando como de fiesta, dice san Juan de la Cruz. Es la así llamada libertad interior, la del espíritu. Juan de la cruz no nos ofrece una teoría acabada ni un esquema de mística redondo. Simplemente nos cuenta una experiencia vivida. El hombre religioso del mañana será un “místico”, una persona que ha experimentado algo, o no podrá seguir siendo religioso.
Pues bien, ese “mañana” es nuestro “hoy”. De ahí la actitud de la vida y la palabra de Juan de la Cruz. él fue capaz de abrir una ventana nueva a un mundo diferente. El encuentro con Dios se convirtió para él en fuente de sentido, de gozo y de hermosura. Hasta el punto de poder afirmar que:” donde no se sabe a Dios, no se sabe nada”(C 26, 13). La experiencia mística, la experiencia de Dios, es absoluta. Para quien la ha tenido, todo lo demás carece de importancia. Todo la demás tiene un valor nuevo. No muy diferente es la experiencia de los enamorados, para quienes el mundo exterior carece de interés, pues ambos amantes se bastan así mismos.
La historia que nos cuenta San Juan de la Cruz está salpicada de metáforas. Metáforas que casi siempre utiliza él de una manera inconsciente y automática. Son las mismas metáforas de la vida cotidiana que hoy en día seguimos utilizando nosotros sin darnos cuenta. Sin duda, la más afortunada y extendida de todas es la del viaje camino. Sólo a través de cosas tan concretas como el cuerpo o el movimiento, podemos hablar de otras más abstractas y espirituales como el alma o la mística. Porque la mística es un viaje, y el místico un viajero, y los apegos son los obstáculos del viaje, las noches son lugares, y la fe es guía, y amor es fuerza, y la unión can Dios es la meta……Todo es metáfora.
La experiencia mística es un viaje. Y hay dos formas de hacer un viaje: con Brújula y con mapa. La meta puede que sea la misma, y sin embargo, la experiencia de un viaje u otro es completamente distinta. Quien viaja ayudado de mapa conoce muy bien el camino, tiene muy clara por dónde ha de marchar hasta llegar a su destino. No hay lugar para las dudas, vacilaciones o inseguridades. Sin embargo, para quien viaja ayudado de una brújula, el camino diario es una aventura por descubrir, nada está claro ni definido, no hay seguridad de ningún tipo (ni eso, ni esotro) diría San Juan de la Cruz. Su única brújula será la “fe oscura”. O si se prefiere, “la esperanza ciega”. El viaje mística es con brújula y sin mapa.
En un sentido, el viaje de San Juan de la Cruz, es un viaje hacia delante, porque la meta siempre está delante de nosotros; en otro sentido, es un viaje hacia arriba, es un vuelo a un mundo hecho de libertad y de fiesta; y en otro sentido, es un viaje hacia adentro, porque solo en el interior está la belleza y lo valioso del hombre. Si las personas somos algo así como recipientes, no es extraño que unas veces nos sintamos llenos, y otras, vacíos. A lo largo del viaje, el místico irá llenando su vida de todo lo que es Dios, y la irá vaciando de todo lo que o es Dios, de forma que se dará una salida hacia dentro de ti, y un entrada hacia arriba, donde está esa libertad.
A UN MUNDO DIFERENTE
Hubo un hombre en la segunda mitad del siglo XVI que protagonizó una de las historias más fascinantes de la historia de la libertad. Fue un huérfano, un pobre, un rebelde, un sumiso, un automarginado del saber oficial. Pero que, sin embargo, escribió con palabras nuevas de una sabiduría diferente, más profunda y más verdadera. Viejas palabras de amor, que a pesar del paso de los siglos siguen sonando como nuevas. Quizás hoy día, más nuevas y más contemporáneas que nunca. Versos que sentimos como nuestros porque, por de pronto, lo primero que hacemos es emocionarnos cuando los leemos o escuchamos.
Juan de Yepes, por otro nombre, Juan de la cruz, fue un viajero incansable, y de los de a pie, por tierras de Castilla. Pero ante todo fue un viajero del alma, un contemplativo de los paisajes interiores. Lo suyo fue un viaje interior al mundo de la libertad. De esa libertad dichosa que cuando la encuentras ( y acaso te encuentra ella a ti), te hace caminar por la vida andando como de fiesta, dice san Juan de la Cruz. Es la así llamada libertad interior, la del espíritu. Juan de la cruz no nos ofrece una teoría acabada ni un esquema de mística redondo. Simplemente nos cuenta una experiencia vivida. El hombre religioso del mañana será un “místico”, una persona que ha experimentado algo, o no podrá seguir siendo religioso.
Pues bien, ese “mañana” es nuestro “hoy”. De ahí la actitud de la vida y la palabra de Juan de la Cruz. él fue capaz de abrir una ventana nueva a un mundo diferente. El encuentro con Dios se convirtió para él en fuente de sentido, de gozo y de hermosura. Hasta el punto de poder afirmar que:” donde no se sabe a Dios, no se sabe nada”(C 26, 13). La experiencia mística, la experiencia de Dios, es absoluta. Para quien la ha tenido, todo lo demás carece de importancia. Todo la demás tiene un valor nuevo. No muy diferente es la experiencia de los enamorados, para quienes el mundo exterior carece de interés, pues ambos amantes se bastan así mismos.
La historia que nos cuenta San Juan de la Cruz está salpicada de metáforas. Metáforas que casi siempre utiliza él de una manera inconsciente y automática. Son las mismas metáforas de la vida cotidiana que hoy en día seguimos utilizando nosotros sin darnos cuenta. Sin duda, la más afortunada y extendida de todas es la del viaje camino. Sólo a través de cosas tan concretas como el cuerpo o el movimiento, podemos hablar de otras más abstractas y espirituales como el alma o la mística. Porque la mística es un viaje, y el místico un viajero, y los apegos son los obstáculos del viaje, las noches son lugares, y la fe es guía, y amor es fuerza, y la unión can Dios es la meta……Todo es metáfora.
La experiencia mística es un viaje. Y hay dos formas de hacer un viaje: con Brújula y con mapa. La meta puede que sea la misma, y sin embargo, la experiencia de un viaje u otro es completamente distinta. Quien viaja ayudado de mapa conoce muy bien el camino, tiene muy clara por dónde ha de marchar hasta llegar a su destino. No hay lugar para las dudas, vacilaciones o inseguridades. Sin embargo, para quien viaja ayudado de una brújula, el camino diario es una aventura por descubrir, nada está claro ni definido, no hay seguridad de ningún tipo (ni eso, ni esotro) diría San Juan de la Cruz. Su única brújula será la “fe oscura”. O si se prefiere, “la esperanza ciega”. El viaje mística es con brújula y sin mapa.
En un sentido, el viaje de San Juan de la Cruz, es un viaje hacia delante, porque la meta siempre está delante de nosotros; en otro sentido, es un viaje hacia arriba, es un vuelo a un mundo hecho de libertad y de fiesta; y en otro sentido, es un viaje hacia adentro, porque solo en el interior está la belleza y lo valioso del hombre. Si las personas somos algo así como recipientes, no es extraño que unas veces nos sintamos llenos, y otras, vacíos. A lo largo del viaje, el místico irá llenando su vida de todo lo que es Dios, y la irá vaciando de todo lo que o es Dios, de forma que se dará una salida hacia dentro de ti, y un entrada hacia arriba, donde está esa libertad.