Cerezal, mi cerezal
A Cerezal de Peñahorcada
Cenci Rodríguez Martín
Cerezal, ¡Ay! mi Cerezal!
Paraíso de Las Arribes,
de Las Arribes del Duero.
Recuerdos de tiempos idos,
en que la espiga de oro
brillaba en el campo el Moro.
Tiempos del hornazo y del gazpacho,
que mi madre recordaba tanto;
y mi padre, mi padre trabajando
en las eras, en las fincas del condado.
El pueblo lleno de niños y ancianos.
Mozas y mozos todos bailando,
al repicar de un tamboril,
al compás de una flauta pastoril.
Cerezal, ¡Ay, mi Cerezal! ¡
Añoranzas de tiempos idos.
De bodas, de nacimientos,
de procesiones y de mantones.
Yo, retornando a mi terruño;
recorriendo sus cerros y sus llanos.
Subiendo muy despacio el sendero,
camino al cementerio y los Peñeros.
Los caramelillos de cristal
traídos de Vilvestre para los niños,
que cortaban las lenguas con filo
si se prestaba la ocasión.
Cerezal, ¡Ay, mi Cerezal!
Los regatos, el callejón,
el chopo, el valle del Picón;
la casita de la Mora, el buquero,
la peña gorda y el frontón.
La estrella labrada en el balcón,
los geranios perfumando con amor.
El sol pintando de oro los peñeros,
con pinceladas de cariño y pasión.
¡Cuanto te he añorado!
¡Cuánto, cuanto te quiero!
Por eso no te dejare morir,
tu corazón volverá a latir.
¡Y VIVA CEREZAL DE PEÑAHORCADA!
¡Si Señor!
Cenci Rodríguez Martín
CENCI DE LA LUNA
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A Cerezal de Peñahorcada
Cenci Rodríguez Martín
Cerezal, ¡Ay! mi Cerezal!
Paraíso de Las Arribes,
de Las Arribes del Duero.
Recuerdos de tiempos idos,
en que la espiga de oro
brillaba en el campo el Moro.
Tiempos del hornazo y del gazpacho,
que mi madre recordaba tanto;
y mi padre, mi padre trabajando
en las eras, en las fincas del condado.
El pueblo lleno de niños y ancianos.
Mozas y mozos todos bailando,
al repicar de un tamboril,
al compás de una flauta pastoril.
Cerezal, ¡Ay, mi Cerezal! ¡
Añoranzas de tiempos idos.
De bodas, de nacimientos,
de procesiones y de mantones.
Yo, retornando a mi terruño;
recorriendo sus cerros y sus llanos.
Subiendo muy despacio el sendero,
camino al cementerio y los Peñeros.
Los caramelillos de cristal
traídos de Vilvestre para los niños,
que cortaban las lenguas con filo
si se prestaba la ocasión.
Cerezal, ¡Ay, mi Cerezal!
Los regatos, el callejón,
el chopo, el valle del Picón;
la casita de la Mora, el buquero,
la peña gorda y el frontón.
La estrella labrada en el balcón,
los geranios perfumando con amor.
El sol pintando de oro los peñeros,
con pinceladas de cariño y pasión.
¡Cuanto te he añorado!
¡Cuánto, cuanto te quiero!
Por eso no te dejare morir,
tu corazón volverá a latir.
¡Y VIVA CEREZAL DE PEÑAHORCADA!
¡Si Señor!
Cenci Rodríguez Martín
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