BARBADILLO: La lumbre, centro de los quehaceres cotidianos de las...

La lumbre, centro de los quehaceres cotidianos de las mujeres donde sabiamente cocinaban dejando impregnados en nuestro subconsciente esos sabores eternos de recetas ancestrales que solo las madres sabían legar generación tras generación a sus hijas o nietas. Ni cocinas de butano ni eléctricas. Potes y pucheros compartían horas de cocción según destreza del ama de la casa. Cuadras y cochineras eran apéndices de la casa donde “la otra familia”, esa que servía para alimento o llevar el peso del trabajo en el campo, también requerían su tiempo de atención. Hoy día creo que es mejor lavar el coche que sacar la basura de los marranos.
Son tantas cosas las que han cambiado que aun estando en el mismo lugar parece que con el paso del tiempo vivamos en mundo distintos. Las calles actuales pavimentadas sirven para todas las estaciones del año. Antes las estaciones se reflejaban en nuestro suelo, la primavera dejaba esos charcos de agua que había que sortear o disfrutar de los mismos con aquellas botas de goma fácilmente permeables y luego los barrizales que a base de idas y venidas de la gente se formaba un endurecido carril por el que enfilábamos nuestros pasos. El verano con su terca sequedad paseaba el fruto del trabajo de los labradores dejando la huella de sus carros cargados de haces o el polvillo que levantaba los airones que precedían a las tormentas. El otoño se iniciaba con ese peregrinar de los chiquillos hacia la escuela, éramos los que más disfrutábamos la calle, parecíamos los zanganillos a los que todos los días se les recogía en el mismo panal durante unas horas, la escuela.
Recuerdos. II. Rober