LOS MONTARACES
Por vallados y colinas
del una al otro horizonte,
Castilla es un vasto monte
de seculares encinas.
Y en estos montes feraces
donde engordan los cebones,
robustos y frescachones
Por las lucidas carnazas
que encima suelen tener,
también son dignas de ver
las frondosas montarazas.
Cuando en alguna función,
sobre algún caballo tordo,
aparece un hombre gordo
con gorrilla y con calzón;
cuando sobre una pollina
se presenta en un mercado,
con saya y pañuelo atado,
una gruesa campesina,
enseguida, por la trazas,
discurre el menos sagaz
que es el hombre montaraz
y la mujer montaraza...
Hoy no hay mejor canonjía
que poder guardar la dehesa
de una señora condesa
en una montaracía.
En estos pingües destinos
como en Castilla se usa,
los montaraces, de escusa,
tienen cabras y cochinos,
y encima de un altozano
habitan un caserón,
ejerciendo en la región
un dominio soberano.
¡Qué vida más campechana
y más llena de alegrías,
la de las montaracías
de la tierra castellana!
Como son gente rumbosa,
al que los va a visitar
un cuerno le suelen dar
de leche pura y sabrosa.
Y no faltan ocasiones,
yo con gusto lo confieso,
en que principian un queso
o parten unos morcones.
Van, como buenos cristianos,
en las fiestas principales,
a las misas parroquiales
de los pueblos más cercanos.
Como no les duelen prendas
y no carecen de mosca,
a comprar la mejor rosca
acuden a las ofrendas.
En las visitas reales
organizan eescuadrones
de montaraces rumbones,
con los trajes regionales.
Pues toda montaracía,
en Castilla, la riqueza
custodia de la nobleza
que sirve a la monarquía.
Cuando la edad avanzada
les impide ya guardar,
van a su pueblo a gozar
de vida más sosegada
Y en el viejo caserón
dejan colocado un hijo,
que sigue siendo, de fijo,
el gallo de la region...
Hoy no hay mejor canonjía
que poder guardar la dehesa
de una señora condesa
en una montaracía...
Matías García Miguel
Por vallados y colinas
del una al otro horizonte,
Castilla es un vasto monte
de seculares encinas.
Y en estos montes feraces
donde engordan los cebones,
robustos y frescachones
Por las lucidas carnazas
que encima suelen tener,
también son dignas de ver
las frondosas montarazas.
Cuando en alguna función,
sobre algún caballo tordo,
aparece un hombre gordo
con gorrilla y con calzón;
cuando sobre una pollina
se presenta en un mercado,
con saya y pañuelo atado,
una gruesa campesina,
enseguida, por la trazas,
discurre el menos sagaz
que es el hombre montaraz
y la mujer montaraza...
Hoy no hay mejor canonjía
que poder guardar la dehesa
de una señora condesa
en una montaracía.
En estos pingües destinos
como en Castilla se usa,
los montaraces, de escusa,
tienen cabras y cochinos,
y encima de un altozano
habitan un caserón,
ejerciendo en la región
un dominio soberano.
¡Qué vida más campechana
y más llena de alegrías,
la de las montaracías
de la tierra castellana!
Como son gente rumbosa,
al que los va a visitar
un cuerno le suelen dar
de leche pura y sabrosa.
Y no faltan ocasiones,
yo con gusto lo confieso,
en que principian un queso
o parten unos morcones.
Van, como buenos cristianos,
en las fiestas principales,
a las misas parroquiales
de los pueblos más cercanos.
Como no les duelen prendas
y no carecen de mosca,
a comprar la mejor rosca
acuden a las ofrendas.
En las visitas reales
organizan eescuadrones
de montaraces rumbones,
con los trajes regionales.
Pues toda montaracía,
en Castilla, la riqueza
custodia de la nobleza
que sirve a la monarquía.
Cuando la edad avanzada
les impide ya guardar,
van a su pueblo a gozar
de vida más sosegada
Y en el viejo caserón
dejan colocado un hijo,
que sigue siendo, de fijo,
el gallo de la region...
Hoy no hay mejor canonjía
que poder guardar la dehesa
de una señora condesa
en una montaracía...
Matías García Miguel