Fríos de enero, son de puro invierno
¡Ay estos fríos de enero!; estos muchos grados bajo cero que descienden estos días nuestros termómetros, nos están dejando a todos congelados, y congelada incluso hasta el alma, como aquel que dice. Que así no hay manera de tener ni una sola idea que llevarse al papel.
Pero esto es lo que hay en invierno por estas tierras, ya lo sabemos. Y, si no, acordaros de los famosos carámbanos (“chupiteles” en nuestro caso) colgados de nuestros tejados durante varios días, de nuestros arroyos helados y revestidos de una gruesa capa de hielo que nos permitía hasta resbalar y patinar una y mil veces por su superficie… y de las chimeneas de nuestras casas, humeantes de forma casi permanente desde primera hora de la mañana. O sea, que todo esto de los fríos y los grados bajo cero no es novedad por estos lares.
Lo que pasa es que quizá lo habíamos olvidado por algunos momentos y nos habíamos refugiado en la percepción de un invierno de conveniencia: unas cuantas lluvias, una nieblas algunos días y un par de días de nieve y viento y pare usted de contar. Mas, está claro que no, que, como dice el refrán: “al invierno no se lo come el lobo”, y cuando tiene la oportunidad sale a relucir y se nos muestra con toda la crudeza de la que es capaz; como está ocurriendo justo en estos días de la segunda quincena de enero, pasado San Antón.
¡Ay estos fríos de enero!; estos muchos grados bajo cero que descienden estos días nuestros termómetros, nos están dejando a todos congelados, y congelada incluso hasta el alma, como aquel que dice. Que así no hay manera de tener ni una sola idea que llevarse al papel.
Pero esto es lo que hay en invierno por estas tierras, ya lo sabemos. Y, si no, acordaros de los famosos carámbanos (“chupiteles” en nuestro caso) colgados de nuestros tejados durante varios días, de nuestros arroyos helados y revestidos de una gruesa capa de hielo que nos permitía hasta resbalar y patinar una y mil veces por su superficie… y de las chimeneas de nuestras casas, humeantes de forma casi permanente desde primera hora de la mañana. O sea, que todo esto de los fríos y los grados bajo cero no es novedad por estos lares.
Lo que pasa es que quizá lo habíamos olvidado por algunos momentos y nos habíamos refugiado en la percepción de un invierno de conveniencia: unas cuantas lluvias, una nieblas algunos días y un par de días de nieve y viento y pare usted de contar. Mas, está claro que no, que, como dice el refrán: “al invierno no se lo come el lobo”, y cuando tiene la oportunidad sale a relucir y se nos muestra con toda la crudeza de la que es capaz; como está ocurriendo justo en estos días de la segunda quincena de enero, pasado San Antón.
