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VALCABADILLO: MIS RECUERDOS...

MIS RECUERDOS

Escribo cuando ya ha pasado un tiempo y vuelvo a sentir la necesidad de darme, aunque espiritualmente, un paseo por mi pueblo, su pasado y esa historia que hemos ido haciendo entre todos aunque a veces no nos demos cuenta.
…Cuando, hurgando un poco en el baúl de tus recuerdos, de esa vida vivida, quizás tengas que reconocer que en el pasado y presente del pueblo, hay ciertos contrastes. Vamos… que no ha sido precisamente una fiesta aunque hayamos tenido la obligación de convertirla en algo parecido.
Porque, evocar el pasado de tu pueblo, implica un acto de reconstrucción casi artesanal. Casi, como ese alfarero que con sus manos, da forma a la arcilla. Esa reconstrucción, que aunque sea de forma espiritual, intenta dar vida y sentido a recuerdos y gestas que, aunque gloriosos, a veces parecen distantes o difusos. Ese proceso en el que la materia prima la memoria, los relatos, los símbolos han de ser moldeada con esmero, pero también con fragilidad, pues las imágenes del pasado, como el barro, pueden desmoronarse si no se trata con cuidado.
Esas etapas vividas, cargadas de recuerdos, de momentos… Que aunque forman parte del pasado, siguen latiendo en el presente. Son huellas suaves o profundas que nos acompañan, que a veces duelen y otras veces nos hacen sonreír sin motivo. Porque cada instante, cada risa, cada lágrima, ha tejido la historia y las personas que somos en la actualidad.
Recuerdos hoy, cuando te das una vuelta por los robledales de la Matilla de Valdecelasco... Un paseo por las laderas del Roble de la Cigüeña y puedes sentir ese momento, que si le echas un poco de imaginación, aun puedes ver al tío Jacinto venir vestido con la “zamarra y los bragos” en pleno mes de enero a encerrar el rebaño al corral… Cuando sientes ese sol rojo que se pasea por las eras de abajo cada atardecer. Ese viento suave que mueve las copas de los centenarios robles, se pasea por sus calles sin normas de circulación escritas que controlen su paso. Se cuela por las troneras de la torre de la iglesia donde las campanas han perdido su so-nido por falta de personas que tengan valor y ganas para voltearlas
Sentir cómo que aunque el tiempo avanza, esas etapas no se desvanecen: se transforman en sabiduría, en historias que contar, en razones para seguir adelante.
Cuando, si le das una vuelta a ese pasado que ya no va a volver, recuerdas con cariño cada historia pasada. Esas pequeña anécdotas, de la historia de tu pueblo que siguen ahí en la avejada ya memoria de sus moradores.
Recuerdos de un pasado, que siguen formando parte de la historia de un pequeño pueblo del norte palentino, como pudo ser la historia de la campana que se rompió por el continuo uso al que la daban los mozos del pueblo en aquellos ya lejanos días… Siempre encontraban una excusa para darle vueltas y más vueltas a las campanas de la torre, enunciando: la alegría de una boda, un bautizo, la fiesta mayor... o cualquier evento al que le hubiera que dar un poco de bombo y platillo, como se suele decir en el pueblo. Claro… tanto va el cántaro a la fuente, como se suele decir, que al final la campana se rompió
Era una etapa, en que el pueblo de Valcabadillo, no andaba muy boyante en lo que a economía se refiere. Y la campana rota, tardó tanto tiempo en arreglarse que, al pueblo le llamaron, no sin sorna y un poco de mala intención los vecinos de los pueblos de su alrededor …”Valcabadillo campana rota”… E incluso, se inventaron la historia del telegrama que los vecinos le mandaron al obispo de la diócesis de Palencia, en el que ponían “Valcabadillo campana rota” a lo que, según algunos, no sin cierto sentido del humor, e incluso de mala leche en el buen sentido de la palabra, que el prelado de aquel entonces, Don José Souto Vizoso les contesta “Joderos… y comprad otra”…
Es evidente, que la contestación salió del imaginario popular… Pues, no es muy normal que una autoridad, en este caso la eclesiástica, de una contestación parecida. Pero también, puede reflejar hasta cierto punto, el tipo de humor irreverente que a menudo se atribuye a las figuras de autoridad en las leyendas populares de aquellos ya lejanos años.
Bueno… La historia la sorna y el cachondeo, terminó cuando el Tío Lorenzo que era el alcalde del pueblo, vendió a “Cuca”; el empresario que tenía una sierra en Saldaña, unos robles de las majadas del alto de Valdemejo y Valdecelasco… Mejoró un poco la economía. Y la empresa Quintana, que se había trasladado de Villota del Páramo a la cabecera de comarca Saldaña, reparó la campana. Volvió a oírse su sonido desde los pueblos de su alrededor terminando de esta forma, la sorna, el cachondeo y el famoso dicho de “Valcabadillo campana rota”.