Santa Iglesia Catedral-Basílica de
San Antolín S. XIV-XVI. Interior.
Si el exterior de la catedral se caracteriza por la sobriedad de sus formas, el interior desprende la imagen contraria. El estilo
Gótico florido se repite en todo el templo con variantes flamígeras, así como decoraciones renacentistas, platerescas y barrocas, estas últimas patentes en la gran cantidad de
retablos, cuadros y tallas que encierran los muros de la seo.
La planta está dividida en tres naves de nueve tramos, sin contar el que corresponde al falso crucero, que es más estrecho y une el resto de los tramos con la girola. Las naves están separadas por pilares fasciculados sobre los que descansan los
arcos apuntados y las
bóvedas de crucería, características del Gótico. La estructura de estas bóvedas se va complicando desde la cabecera hacia los pies, testimonio de cómo iba avanzando las obras de construcción; así, los sencillos diseños de las bóvedas de los absidiolos y zonas adyacentes, que fue lo primero en ser construido, se van convirtiendo en bóvedas de crucería sexpartita y combadas a partir del crucero. El crucero mayor está situado en el sexto tramo, entre el
coro y la
capilla mayor, que se encuentra en la nave central ocupando lo siguientes dos tramos. La catedral dispone de un auténtico triforio practicable, aunque ciego al exterior. Recorre la nave central, el crucero y la cabecera, y se cierra con magníficas tracerías caladas.
Las bóvedas que cierran el espacio están muy decoradas y se elevan hasta más de 30 metros de altura. De las
vidrieras góticas y renacentistas que cerraban los
ventanales son pocas las que subsisten, mostrándose algunas de ellas en el
museo catedralicio. La mayoría de las existentes son de los siglos XIX y XX.
En la nave de la Epístola destaca el espacio contiguo al trascoro, que está formado por un gran
altar plateresco fechado en 1534, con trazas atribuidas a Diego de Siloé y nueve imágenes de
piedra realizadas por Juan de Ruesga. Lleva
columnas altas, con pilastras e impostas que delimitan las divisiones, y en el centro un
arco rebajado y trilobulado. Preside la parte superior la imagen de San José sedente con el Niño, estando ocupadas el resto de las
hornacinas por imágenes de diversas
santas. La parte baja se encuentra ocupada por un pequeño
retablo en madera dorada y policromada, llevando en su centro las
esculturas, en piedra policromada, de San Pedro y San Pablo, de resabios gotizantes. En el remate del mismo, dos grupos escultóricos de pequeño tamaño, la Anunciación y el Nacimiento, obra rococó de Juan Manuel Becerril, fechada en 1769.
En la nave del Evangelio se puede contemplar en el segundo paño el sepulcro del Abad de
Husillos Francisco Núñez, obra del
escultor Alejo de Vahía9 y realizado en 1501. El arco contiguo enmarca el retablo de Santa Apolonia, obra de Manuel Álvarez, de 1556. La
escultura de la santa titular es una talla de piedra policromada del siglo XV. A su lado hay una escultura de san Juan Bautista, en piedra policromada del siglo XVI. Dos pequeñas
puertas de entrada al coro y al corredor alto, talladas en madera de
nogal, se sitúan a ambos lados del altar del
Cristo. Fueron hechas por Pedro de Guadalupe entre los años 1513 y 1519 y muestran los
escudos del cabildo y de Fonseca y las cabezas de los apóstoles Pedro y Pablo en bajorrelieve. En el retablo pétreo de este tramo se encuentra el Cristo de las Batallas, imagen muy venerada en la ciudad, ante la que se encomendaban los soldados al partir a la guerra. Es una talla
gótica de gran calidad e impactante patetismo, acentuado por la policromía. El segundo tramo, de líneas y decoración plateresca, lleva en el centro un pequeño altar dedicado al Salvador, en arco de medio punto, cobijando en él la excelente figura del titular. Esta escultura, tallada en madera de nogal, dorada y policromada, fue realizada por Felipe Bigarny para ser colocada en al altar mayor. La posterior decisión del Cabildo, situando en el centro del retablo mayor la imagen de san Antolín, hizo que se ubicara definitivamente aquí.