¿QUE OPINAIS?
'Pa' mí que Dios existe, pero no consigo preocuparme
PEDRO DE HOYOS
diariopalentino. esPEDRO DE HOYOS
Soy creyente, mea culpa, es un error que vengo arrastrando desde hace demasiados años como pa cambiar ahora. Pero no consigo que me preocupe ni me obsesione ni suponga un freno a mi disfrute de la vida. Siempre se me han dao mal las matemáticas, así que no es de extrañar que no entienda esa ecuación que concluye que los creyentes estamos preocupados por la existencia de Dios o que no disfrutamos lo suficiente de la vida por culpa de nuestras creencias. No pillo qué tiene que ver lo uno con lo otro.
El único límite a mi disfrute de la vida lo suponen mis obligaciones familiares, sociales y laborales y con ellas Dios nada tiene que ver. Claro que al mismo tiempo no podría vivir sin esas obligaciones y las contrapartidas que traen. Pura delicia, se lo juro. ¿A que la vida sería purito aburrimiento, hartura infinita, si tuviésemos ochenta u ochenta y cinco años todos seguidos para pensar sólo en nuestro ombligo?
Si no me toman por rata de sacristía ni me ofenden con algún insulto de los que ya son habituales para los católicos, casi me atrevería a decir que el hecho de que Dios exista me sirve de alivio pa lo mucho que tengo que aguantar en este mundo. Y no por la existencia de Dios, sino por la existencia de tanto imbécil como puebla la faz de la Tierra, sea creyente, ateo o mediopensionista.
No, el infierno y los castigos por ser malo no consiguen hacerme sufrir. Lo tengo en cuenta, claro, pero les juro que es lo último en que pienso cada vez que cometo una de las barrabasadas habituales que me equiparan a esos imbéciles a los que hacía alusión más arriba. Créanme, pa infierno nuestro gobierno y su oposición. Y mi vecino de arriba a las cuatro de la mañana con su saxo tenor, la mirada de los clientes de la taberna de enfrente cuando salen bien cociditos y las voces que me pega mi jefa cada tarde que llego con retraso al trabajo. Que el infierno está en este mundo y somos nosotros, coño.
He hecho un profundo trabajo de introspección y me he concentrado durante un par de segundos por lo menos, he evocado mis más profundas y olvidadas vivencias de mis muchos años como en una peli, tal cual dicen de los agonizantes, y no he conseguido hallar un ratito de preocupación por la existencia de Dios. Eso si exceptuamos cuando le di una patada a Pablito, jugando un partido de fútbol en la plaza de mi pueblo, y me espetó a todo volumen: «Jalá te mueras, cabrón». Y es que Pablito siempre tuvo muy mala leche, hasta que se hizo ateo y encontró la paz, y yo acababa de tomarme dos enormes trozos de tarta en contra de las severas órdenes de mi señora madre. Y ya saben lo malito que se pone un chiguito cuando come mucho y se pone inmediatamente a jugar al fútbol.
¿Saben? Lo que sí me preocuparía es que al final ustedes tuvieran razón y no hubiera Dios, la de hijos de puta que se iban a escapar frotándose las manos después de haberla armado cojonuda en este mundo. ¡La de empresarios deshonestos, la de obreros desleales, la de corruptores de menores, alguno de ellos eclesiástico, que se iban a escapar por la puerta grande! Y la de gente entregada a los demás, la de miembros de las diferentes iglesias sacrificados de por vida, la de seglares altruistas y generosos a raudales que se iban a ver no sólo sin el merecido premio, sino automáticamente equiparados a tanto sinvergüenza como acabo de nombrar. ¿O no sería pa echarse a temblar si Dios no existiera? Eso sí que me preocupa, miren ustedes, señores del autobús.
'Pa' mí que Dios existe, pero no consigo preocuparme
PEDRO DE HOYOS
diariopalentino. esPEDRO DE HOYOS
Soy creyente, mea culpa, es un error que vengo arrastrando desde hace demasiados años como pa cambiar ahora. Pero no consigo que me preocupe ni me obsesione ni suponga un freno a mi disfrute de la vida. Siempre se me han dao mal las matemáticas, así que no es de extrañar que no entienda esa ecuación que concluye que los creyentes estamos preocupados por la existencia de Dios o que no disfrutamos lo suficiente de la vida por culpa de nuestras creencias. No pillo qué tiene que ver lo uno con lo otro.
El único límite a mi disfrute de la vida lo suponen mis obligaciones familiares, sociales y laborales y con ellas Dios nada tiene que ver. Claro que al mismo tiempo no podría vivir sin esas obligaciones y las contrapartidas que traen. Pura delicia, se lo juro. ¿A que la vida sería purito aburrimiento, hartura infinita, si tuviésemos ochenta u ochenta y cinco años todos seguidos para pensar sólo en nuestro ombligo?
Si no me toman por rata de sacristía ni me ofenden con algún insulto de los que ya son habituales para los católicos, casi me atrevería a decir que el hecho de que Dios exista me sirve de alivio pa lo mucho que tengo que aguantar en este mundo. Y no por la existencia de Dios, sino por la existencia de tanto imbécil como puebla la faz de la Tierra, sea creyente, ateo o mediopensionista.
No, el infierno y los castigos por ser malo no consiguen hacerme sufrir. Lo tengo en cuenta, claro, pero les juro que es lo último en que pienso cada vez que cometo una de las barrabasadas habituales que me equiparan a esos imbéciles a los que hacía alusión más arriba. Créanme, pa infierno nuestro gobierno y su oposición. Y mi vecino de arriba a las cuatro de la mañana con su saxo tenor, la mirada de los clientes de la taberna de enfrente cuando salen bien cociditos y las voces que me pega mi jefa cada tarde que llego con retraso al trabajo. Que el infierno está en este mundo y somos nosotros, coño.
He hecho un profundo trabajo de introspección y me he concentrado durante un par de segundos por lo menos, he evocado mis más profundas y olvidadas vivencias de mis muchos años como en una peli, tal cual dicen de los agonizantes, y no he conseguido hallar un ratito de preocupación por la existencia de Dios. Eso si exceptuamos cuando le di una patada a Pablito, jugando un partido de fútbol en la plaza de mi pueblo, y me espetó a todo volumen: «Jalá te mueras, cabrón». Y es que Pablito siempre tuvo muy mala leche, hasta que se hizo ateo y encontró la paz, y yo acababa de tomarme dos enormes trozos de tarta en contra de las severas órdenes de mi señora madre. Y ya saben lo malito que se pone un chiguito cuando come mucho y se pone inmediatamente a jugar al fútbol.
¿Saben? Lo que sí me preocuparía es que al final ustedes tuvieran razón y no hubiera Dios, la de hijos de puta que se iban a escapar frotándose las manos después de haberla armado cojonuda en este mundo. ¡La de empresarios deshonestos, la de obreros desleales, la de corruptores de menores, alguno de ellos eclesiástico, que se iban a escapar por la puerta grande! Y la de gente entregada a los demás, la de miembros de las diferentes iglesias sacrificados de por vida, la de seglares altruistas y generosos a raudales que se iban a ver no sólo sin el merecido premio, sino automáticamente equiparados a tanto sinvergüenza como acabo de nombrar. ¿O no sería pa echarse a temblar si Dios no existiera? Eso sí que me preocupa, miren ustedes, señores del autobús.