Parece que estamos en el lejano oeste. Terrenos secos, un pequeño pueblo, unas montañas peladas y un cielo de intenso azul. Pero aquí no hay indios ni pistoleros sino muchas paz y buena gente. Estamos en el duro verano.
De nuevo las uvas en un cuadro. Estamos en La Vid.
Han llegado las vacaciones. Es agosto. La calle es lugar encuentro para familiares y de amigos. El pueblo tiene otra vida.
Una artista de La Vid no se puede olvidar de las uvas en su bodegón. Gracias por la colaboración.
Desde El Moro se puede disfrutar de esta fantástica vista del pueblo en el valle de la Ojeda. La torre está vigilante, mientras las casas parecen sestear a su lado. Parece un pueblo soñado, con el campo cargado de cereales, acurrucado a la vera del río y protegido por la montaña.
Los atardeceres del otoño, están llenos de encanto, mayor si cabe desde la distancia. La añoranza es mayor desde la lejanía de la gran ciudad.Pero siempre se puede dar una paseo imaginario por estos lugares. La imagen quiere facilitarte este paseo.
Desde los bajos del coro se puede disfrutar de esta vista de la iglesia con hermosa bóveda. La foto deja el recuerdo para todos de un domingo de otoño.
La Poza se ha convertido es un buen mirador del pueblo y de todo su entorno. Cualquier hora es buena.
La vista ha cambiado por completo. El depóstio del agua está recién pintado. Es un detalle más que alegra a los vecinos y visitantes.
La poza vuele a tener agua. ¿Dónde están las ranas?
La estrella de seis u ocho puntas, que simboliza la expansión de lo divino en todas las direcciones. El número 6 se relaciona con el macrocosmos, e incluso con el verbo reencarnado, y el número 8 se vincula a la resurrección.
Desde la Poza, una foto de una de tantas vistas a disfrutar.
Todo respira calma y serenidad. Quien pudiera dar un paseo ahora por estos lugares lejos del tráfico de la gran ciudad.
La sacristía suele un rincón desconocido para la gente. Y, sin embargo, no deja de tener su encanto con su hermosa bóveda y su bellos muebles, como la cajonería.
El esplendor del atardecer en las montañas palentinas siempre resulta una experiencia única.