Hoy para cerrar, voy a poner un artículo que salió en un medio de comunicación, y de esa forma cerramos el tema de la marcha, ya que un dia como hoy de 1992, terminó toda aquella odisea.
"Romance del minero peregrino"
Por las rutas del viejo romancero fue levantando el santo y seña de su aventura, entre esperanza, desazón y sacrificio, la enteriza hueste minera del valle de Laciana. Ecos del viejo romance parecían brotar dándoles aliento: "Non quitarán la celada, fasta que ganen Madrid". Eran el más vivo exponente de un linaje de minería con todo el abolengo de muchos años sin luz y muchas leguas en sombra. Eran la herencia de un ayer tan luchador como heroico. Ahora con la voz hiriente que convoca un porvenir incierto, una nueva y difícil batalla que ha de ganarse, porque el valle de Laciana lo quiere, lo exige, lo necesita y lo merece.
Expléndidos ejemplares humanos, altos de músculo y de gesto, de admirable solidaridad en el infortunio, de arrojo temerario para salvar al compañero o al jefe cuando en la encrucijada de las galerias mineras sorprende el desplome o la inundación, acaso el gas que rompe sordo y violento sus bolsas, hiere como el rayo, mata o marca con azulados tatuajes la frente del picador.
En la andadura del nuevo e insólito romance, desde el inicio, a intervalos, la voz recia y armoniosa de los mineros peregrinos cantaba el himno familiar: "Santa Barbara bendita-patrona de los mineros",,,, hincadas en tierra las rodillas... seguían los ecos del viejo romancero besándoles con sus cadencias, con sus saludos: "Ca a homes de tal valía-atañe aquesta fazaña". seguirán sin duda los nuevos juglares que canten por los pueblos un nuevo y bravo romance de los héroes de la mina. tendrá resonancias profundas.
Ellos tenían que salir del valle y caminar hasta destrozarse los pies, porque así lo merecían los silencios expectantes de los compañeros auto-secuestrados en los hondones del pozo Calderón, poniendo a precio y a prueba la luz de las propias vidas, reto de reconquista del futuro del Valle de la Libertad, que había sido siempre un valle de beligerantes justicias históricas.
Con los mineros, en multitud el pueblo asombrado y amante, en cada ciudad, en cada villa, en cada cruce de caminos, pueblos de León y castilla, pueblo de españa, a punto de despertar ante el gesto señor y viril de los mineros con sus notas soberbias del himno de Santa Bárbara. Con las del alba despertando para reanudar la marcha otro cantar acuciante: "que apriesa cantan los gallos- e quieren quebrar albores"....
En Madrid, acaso la meta, la puerta que había de abrirse al golpe de las más poderosa de las razones: la razón de la vida. Dicen que Madrid es ciudad abierta y acogedora, "atalaya singular de las Castillas" en la voz de García Nieto, "remolino de España" según Machado, pero una roca también contra los que tantos valores de los hombres de provincias y las provincias se estrellan. ¿Se estrellarían ahora las llamadas de los mineros de Laciana?... ¿Iba a hacerse de nuevo la luz que volviera a la luz a los comañeros encerrados en la noche muda del pozo Calderón?... No sabemos si del todo, acaso en parte, acaso en buena parte, pero no sin una humillación. El ministro del ramo, un tal Aranzadi, con pretextos más cobardes que ingenuos, no quiso recibir a los mineros. Bochornoso. Tal vez no fue digno de recibir el honor de saludar a los mineros peregrinos.
El impresionante valle de Laciana, cuyo futuro ha entrado en tremenda polémica, más humana y profunda que la de los faraónicos montajes, constituye por sí mismo un argumento irrechazable en la defensa de su porvenir, con las mismas o parecidas tintas con que también sufren en dramática polémica por su vida tantas comarcas, tantos valles, tantas tierras, que no están en la Expo (ni podrán estarlo jamás) con su aparatosa parafernalia, desnortada y folclórica.
De manera ejemplar, los mineros de Laciana han cubierto su jornada heroica, épica y patética, pidiendo simplemente pan, paz y patria. vuela de nuevo por nuestras conciencias la copla de la mina:
"Minero de negra mina
en el hondón sepultado
mi limpio cielo estrellado
ante tu sino se inclina
perdona tú mi pecado
si no veneré en la mina
tu cristo crucificado
"Romance del minero peregrino"
Por las rutas del viejo romancero fue levantando el santo y seña de su aventura, entre esperanza, desazón y sacrificio, la enteriza hueste minera del valle de Laciana. Ecos del viejo romance parecían brotar dándoles aliento: "Non quitarán la celada, fasta que ganen Madrid". Eran el más vivo exponente de un linaje de minería con todo el abolengo de muchos años sin luz y muchas leguas en sombra. Eran la herencia de un ayer tan luchador como heroico. Ahora con la voz hiriente que convoca un porvenir incierto, una nueva y difícil batalla que ha de ganarse, porque el valle de Laciana lo quiere, lo exige, lo necesita y lo merece.
Expléndidos ejemplares humanos, altos de músculo y de gesto, de admirable solidaridad en el infortunio, de arrojo temerario para salvar al compañero o al jefe cuando en la encrucijada de las galerias mineras sorprende el desplome o la inundación, acaso el gas que rompe sordo y violento sus bolsas, hiere como el rayo, mata o marca con azulados tatuajes la frente del picador.
En la andadura del nuevo e insólito romance, desde el inicio, a intervalos, la voz recia y armoniosa de los mineros peregrinos cantaba el himno familiar: "Santa Barbara bendita-patrona de los mineros",,,, hincadas en tierra las rodillas... seguían los ecos del viejo romancero besándoles con sus cadencias, con sus saludos: "Ca a homes de tal valía-atañe aquesta fazaña". seguirán sin duda los nuevos juglares que canten por los pueblos un nuevo y bravo romance de los héroes de la mina. tendrá resonancias profundas.
Ellos tenían que salir del valle y caminar hasta destrozarse los pies, porque así lo merecían los silencios expectantes de los compañeros auto-secuestrados en los hondones del pozo Calderón, poniendo a precio y a prueba la luz de las propias vidas, reto de reconquista del futuro del Valle de la Libertad, que había sido siempre un valle de beligerantes justicias históricas.
Con los mineros, en multitud el pueblo asombrado y amante, en cada ciudad, en cada villa, en cada cruce de caminos, pueblos de León y castilla, pueblo de españa, a punto de despertar ante el gesto señor y viril de los mineros con sus notas soberbias del himno de Santa Bárbara. Con las del alba despertando para reanudar la marcha otro cantar acuciante: "que apriesa cantan los gallos- e quieren quebrar albores"....
En Madrid, acaso la meta, la puerta que había de abrirse al golpe de las más poderosa de las razones: la razón de la vida. Dicen que Madrid es ciudad abierta y acogedora, "atalaya singular de las Castillas" en la voz de García Nieto, "remolino de España" según Machado, pero una roca también contra los que tantos valores de los hombres de provincias y las provincias se estrellan. ¿Se estrellarían ahora las llamadas de los mineros de Laciana?... ¿Iba a hacerse de nuevo la luz que volviera a la luz a los comañeros encerrados en la noche muda del pozo Calderón?... No sabemos si del todo, acaso en parte, acaso en buena parte, pero no sin una humillación. El ministro del ramo, un tal Aranzadi, con pretextos más cobardes que ingenuos, no quiso recibir a los mineros. Bochornoso. Tal vez no fue digno de recibir el honor de saludar a los mineros peregrinos.
El impresionante valle de Laciana, cuyo futuro ha entrado en tremenda polémica, más humana y profunda que la de los faraónicos montajes, constituye por sí mismo un argumento irrechazable en la defensa de su porvenir, con las mismas o parecidas tintas con que también sufren en dramática polémica por su vida tantas comarcas, tantos valles, tantas tierras, que no están en la Expo (ni podrán estarlo jamás) con su aparatosa parafernalia, desnortada y folclórica.
De manera ejemplar, los mineros de Laciana han cubierto su jornada heroica, épica y patética, pidiendo simplemente pan, paz y patria. vuela de nuevo por nuestras conciencias la copla de la mina:
"Minero de negra mina
en el hondón sepultado
mi limpio cielo estrellado
ante tu sino se inclina
perdona tú mi pecado
si no veneré en la mina
tu cristo crucificado