Cuantos y que bonitos recuerdos vienen a mi mente, de aquellos años de
juventud pasados en ese querido
pueblo.
Cuantas horas pasadas tirando del fuelle de la
fragua para mantener el fuego, mientras mi tío Agustín golpeaba con el martillo en el yunque.
Cuantas esfuerzos de mis tiernas piernas para hacer girar aquella
piedra de afilar.
Cuantos esfuerzos con mis brazos para hacer girar aquel volante del taladro vertical situado a la derecha de la
puerta de entrada de la fragua.
Que ilusión recordar
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