Otros centauros famosos de Rosales.
(Historias contadas por Albino y Corsino).
Vamos a detallar otras aventuras de personajes insignes de Rosales, y en esta ocasión le toca a mi bisabuelo X.
En su casa nunca faltaba el pellejo de vino, teniendo este suspendido en alto y en su entrada una caña, de forma tal que solo tenia que llevarla a la boca para ingerir el líquido elemento y cuando este empezaba a escasear aparejaba su caballo y partía rumbo al Castillo con el fin de aprovisionarse en "Casa Sandalio".
Pero antes de enfilar la cuesta del Castillo de vuelta a casa, se calentaba la barriga y combatía el frío reinante con unos buenos tragos de vino servidos en la barra del bar, no hallando nunca el momento de partir, el cual llegaba justo cuando se acababan las escasas perrinas en su poder y a su disposición para estos pequeños libertinajes.
Nada más pasar La Puebla, y una vez sobre la albarda del caballo, con el calor del vinito y el meneo de la montura, caía en un sueño profundo que le duraba toda la cuesta y hasta llegar a casa, teniendo que salir la familia a descabalgarlo del jamelgo porque de no ser así y en caso de que el caballo decidiese seguir el viaje, sobre él seguiría mi bisabuelo, llegando al otro lado del Atlántico sobre la montura si no hubiese mar y si el caballo tuviese ganas de seguir la marcha.
(Historias contadas por Albino y Corsino).
Vamos a detallar otras aventuras de personajes insignes de Rosales, y en esta ocasión le toca a mi bisabuelo X.
En su casa nunca faltaba el pellejo de vino, teniendo este suspendido en alto y en su entrada una caña, de forma tal que solo tenia que llevarla a la boca para ingerir el líquido elemento y cuando este empezaba a escasear aparejaba su caballo y partía rumbo al Castillo con el fin de aprovisionarse en "Casa Sandalio".
Pero antes de enfilar la cuesta del Castillo de vuelta a casa, se calentaba la barriga y combatía el frío reinante con unos buenos tragos de vino servidos en la barra del bar, no hallando nunca el momento de partir, el cual llegaba justo cuando se acababan las escasas perrinas en su poder y a su disposición para estos pequeños libertinajes.
Nada más pasar La Puebla, y una vez sobre la albarda del caballo, con el calor del vinito y el meneo de la montura, caía en un sueño profundo que le duraba toda la cuesta y hasta llegar a casa, teniendo que salir la familia a descabalgarlo del jamelgo porque de no ser así y en caso de que el caballo decidiese seguir el viaje, sobre él seguiría mi bisabuelo, llegando al otro lado del Atlántico sobre la montura si no hubiese mar y si el caballo tuviese ganas de seguir la marcha.