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RIOSCURO: En el Valle de Laciana hoy viven casi 16.000 personas,...

En el Valle de Laciana hoy viven casi 16.000 personas, no las 18.000 que lo habitaban cuando Julio Fuentes se unió a la Marcha Negra. En las montañas que lo rodean, blancas de nieve en los picos, asustan todavía los osos y presumen los urogallos. Las montañas arrojan temprano su manta de sombra sobre Villablino, y se hace de noche enseguida, como presagiando el tizne de los mineros que a las ocho terminan turno y salen de las tripas de la tierra. Julio Fuentes glosó en el 92 a 2.665 mineros. Hoy sólo quedan 1.268 en la mayor reserva de hulla de Europa. Los mineros perdieron, a la larga, la guerra. Pero ganaron aquella batalla. Y les queda el orgullo. Aún hoy se habla en los bares, cuando cae la tarde, de la Marcha Negra. Y cualquiera en Villablino recuerda con precisión los nombres y apellidos de los ocho encerrados. Les queda también la convicción, a los mineros, de que no fueron los únicos soldados en la batalla: las mujeres que les curaban las ampollas de los pies cada noche y los periodistas que lo contaron también estuvieron allí, a pie de grito y de golpe. Julio era uno de ellos. Por eso ninguno de los ocho se extraña de que les llamen para homenajearlo al frío de la noche con una foto en la bocamina. Por eso, los que aún están en Villablino, dejan inmediatamente lo que están haciendo a la llamada del «compañero periodista» y dicen «qué jodido, pobre chaval, Julio», ellos que también están acostumbrados a trabajar muriendo. Han visto su cara por la tele e intentan recordar quién era, qué preguntaba, qué llevaba puesto: «Me parece que era aquel que nos enseñó las fotos de la guerra de Yugoslavia». Al final no hay coincidencia, y Julio se queda anónimo entre los otros rostros de la tribu que los visitó entonces. Da igual. Los obreros saben que el anonimato no hace menos importante a nadie.