El paso del hombre tiene siempre, para quien no haya arriado la sensibilidad, una enternecedora versión. El secretario del Ayuntamiento de Laciana, un raro y extraordinario ser de quien se hablará, me enseña, con ternura de joven patriarca, las muelas de piedra para moler... ¿qué cosa? Lo más, centeno o escanda, cereales pobres, para el pan negro; tal vez, cebada, para la levadura de la cerveza, la bebida de nuestros abuelos (claro que también la beida de la glorieta de Bilbao y de los dividendos de las fábricas de hoy, que Dios conserve por igual, los dividendos y la glorieta). Pero lo más probable es que con estas muelas (el cerro toma de ellas su nombre) se molió bellota de roble para el hambre feroz de la tribu.