Mientras el periodista escucha a la antropóloga, rememora un instante de su recorrido por la comarca: la visión de un
pajar ubicado en las afueras de
Corporales, construido con franjas superpuestas de
piedra oscura de pizarra y cuarcita blanca, y rematado con una
cruz de
piedras blanquecinas. La obra, absolutamente simple, está a
caballo del primitivismo y la genialidad, un primitivismo que subrayado al oír a lo lejos los sones de la gaita cabreiresa de Moisés Liébana.