Claridad de ideas después de los proverbios
Primero: ¿Qué es lo opuesto a “extranjero”? ¿Nacional? ¿Polvoredino o polvoretense como dirían los cultos? ¿Qué condiciones se requieren para ser de Polvoredo y no entrar en el capítulo de “extranjero”? ¿Haber nacido allí, vivir allí, ser hijo o nieto de un nacido en Polvoredo? ¿Pasar en el pueblo las vacaciones de verano o, sencillamente, sentirse del pueblo? El uso y aplicación de la palabra “extranjero” está enturbiando bastante la comprensión e introduce debates con poco sentido. ¿Y quién se atribuye el derecho de admitir o expulsar a alguien del cómputo de los hijos del pueblo?
Segundo: Mayores y mozos. Siempre ha habido lucha de generaciones. Los hijos cuando llegan a una cierta edad quieren ser independientes de los padres. Los chavales cuando se hacen mozos quieren que los mayores les cedan espacio en los asuntos públicos. Los mayores se resisten a perder poder. Siempre hay un forcejeo que, a la postre, lleva a un equilibrio. Y más. ¿Son mozos los de cuarenta o sólo los de treinta solteros? ¿Dónde y cómo se pone el listón? ¿Quiénes son mayores, los que tienen más de 65 años? Para un chaval de 16 un hombre de cincuenta y hasta de menos es un “carca”.
Tercero: Cuando se produjo el abandono masivo de los pueblos, los que se quedaron en los mismos vivieron momentos de esplendor. Tenían tierras y prados y cuadras en abundancia a precios bajos, porque los que se habían alejado de los pueblos no se ocupaban de las fincas, ni podían. Los trabajaron con esfuerzo y sacaron rentabilidad. También mantuvieron vivos los pueblos. Al cabo del tiempo, los que emigraron, algunos ya jubilados, volvieron, arreglaron las casas y dieron nueva prosperidad y valor a los bienes de todos (hay, en Polvoredo, el m2 de suelo urbano se cotiza por encima de las 18.000 pesetas) Pero el proceso de emigración continuó y los hijos de los que se quedaron continuaron marchándose en busca de otros horizontes. Hoy los agricultores o ganaderos que quedan son minoría. Predominan los jubilados y quienes vuelven a los pueblos en busca de tranquilidad, reposo y aire puro. Habrá forcejeos y confrontaciones entre los que piensan que estamos todavía en pueblos ganaderos y quienes creen que los pueblos, hoy, son ante todo lugares de estancia, paseo y fuentes de salud. Los unos querrán usar los espacios urbanos como antaño; los otros abogarán por polígonos ganaderos fuera de los pueblos, lugares de reunión que no sean sólo los bares y actos sociales colectivos como la merina o las semanas culturales en verano, o los antruidos y las hilas si viven en el pueblo más meses.
Creo entrever estos problemas por debajo de la trifulca diaria.
Tñ2o.
Primero: ¿Qué es lo opuesto a “extranjero”? ¿Nacional? ¿Polvoredino o polvoretense como dirían los cultos? ¿Qué condiciones se requieren para ser de Polvoredo y no entrar en el capítulo de “extranjero”? ¿Haber nacido allí, vivir allí, ser hijo o nieto de un nacido en Polvoredo? ¿Pasar en el pueblo las vacaciones de verano o, sencillamente, sentirse del pueblo? El uso y aplicación de la palabra “extranjero” está enturbiando bastante la comprensión e introduce debates con poco sentido. ¿Y quién se atribuye el derecho de admitir o expulsar a alguien del cómputo de los hijos del pueblo?
Segundo: Mayores y mozos. Siempre ha habido lucha de generaciones. Los hijos cuando llegan a una cierta edad quieren ser independientes de los padres. Los chavales cuando se hacen mozos quieren que los mayores les cedan espacio en los asuntos públicos. Los mayores se resisten a perder poder. Siempre hay un forcejeo que, a la postre, lleva a un equilibrio. Y más. ¿Son mozos los de cuarenta o sólo los de treinta solteros? ¿Dónde y cómo se pone el listón? ¿Quiénes son mayores, los que tienen más de 65 años? Para un chaval de 16 un hombre de cincuenta y hasta de menos es un “carca”.
Tercero: Cuando se produjo el abandono masivo de los pueblos, los que se quedaron en los mismos vivieron momentos de esplendor. Tenían tierras y prados y cuadras en abundancia a precios bajos, porque los que se habían alejado de los pueblos no se ocupaban de las fincas, ni podían. Los trabajaron con esfuerzo y sacaron rentabilidad. También mantuvieron vivos los pueblos. Al cabo del tiempo, los que emigraron, algunos ya jubilados, volvieron, arreglaron las casas y dieron nueva prosperidad y valor a los bienes de todos (hay, en Polvoredo, el m2 de suelo urbano se cotiza por encima de las 18.000 pesetas) Pero el proceso de emigración continuó y los hijos de los que se quedaron continuaron marchándose en busca de otros horizontes. Hoy los agricultores o ganaderos que quedan son minoría. Predominan los jubilados y quienes vuelven a los pueblos en busca de tranquilidad, reposo y aire puro. Habrá forcejeos y confrontaciones entre los que piensan que estamos todavía en pueblos ganaderos y quienes creen que los pueblos, hoy, son ante todo lugares de estancia, paseo y fuentes de salud. Los unos querrán usar los espacios urbanos como antaño; los otros abogarán por polígonos ganaderos fuera de los pueblos, lugares de reunión que no sean sólo los bares y actos sociales colectivos como la merina o las semanas culturales en verano, o los antruidos y las hilas si viven en el pueblo más meses.
Creo entrever estos problemas por debajo de la trifulca diaria.
Tñ2o.