Ofertas de luz y gas

POLVOREDO: Dejando de lado asuntos de actualidad y de controversia,...

Dejando de lado asuntos de actualidad y de controversia, quiero abrir un espacio para los sentimientos y los recuerdos, que Polvoredo, para los que vivimos fuera, también es eso.

El muro: No voy ha hablar del muro de las lamentaciones de Jerusalén, donde los judíos van a depositar sus deseos y a formular sus aspiraciones más íntimas, ni de otros muros que han acaparado recientemente la atención de los polvoretenses. Voy a ha hablar del muro de la escuela de los niños porque para mí, como para Machado “mi infancia es un recuerdo de un patio de recreo”. Cuando era crío y eran maestros don Antonio y doña Araceli (siempre embarazada) y no había llegado todavía el cambio climático (por la mañana los chavales teníamos que llevar por turno leña para atizar la estufa de la escuela), el patio de la escuela de los niños, rodeado ya por el muro actual, permanecía meses y meses lleno de nieve pisoteada y helada que no desparecía hasta bien entrada la primavera. En los recreos, como ahora los chavales que allí pelan la pava hasta altas horas de la madrugada, nos sentábamos en el mismo lugar donde ahora en verano se sientan nuestros hijos para ver pasar a los hombres del pueblo, que se afanaban en sus tareas. El muro de la escuela de los niños está en mi imaginación asociado al tío Francisco no el Cojo sino el Callada, al tío Fernandón, al tío “Ulogio” y otros de la misma generación, hombres ya mayores que cuando pasaban y soltaban alguna sentencia se nos quedaba grabada en la mente a los chavales más que las lecciones del maestro. Normalmente, el tío Ulogio –camambises, o algo parecido nos llamaba- ponía la nota de humor. En torno a ese muro, más que en la bolera o la casa de concejo, el pueblo decidía muchas cosas tras discutirlas. Hoy aún sirve de referencia para tomar pinchos de tortilla, una cerveza y un vino el último día de la Semana Cultural. Pero, sobre todo, el muro ha pasado a ser patrimonio casi exclusivo de los chavales y los mozos, donde se reúnen para charlar día y noche y prepara los viajes a otros pueblos los fines de semana.
Son cuatro piedras puestas con técnica de cantero consumado, como había decenas de ellos en el pueblo; pero están cargadas de tantos recuerdos que bien merecería conservarlas entre algodones. Estoy seguro de que para otros muchos de mi generación, la infancia (el pueblo donde la vivimos) es también “un recuerdo de un patio de recreo”.
NOTA: No es el tono habitual en este foro, ¿pero se permite que de vez en cuando alguien hable de otras cosas?
Tño2.