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POLVOREDO: Hace ya muchos años que cuando subes por la calle del...

Hace ya muchos años que cuando subes por la calle del Terrao no se oye a mitad de camino, antes de llegar a los toriles, el bufido del toro ni su bramar ni su mugir. Antes, en los toriles había dos animales bellísimos, de calidad y de gran fuerza, uno grande y otro más pequeño. Valían mucho dinero. Los hombres importantes del pueblo iban a las mejores ferias de ganado de España para encontrar el ejemplar que buscaban, de la raza precisa. Eran animales importantes, los toros por excelencia.

El toro semental que vivía en los toriles del Terrado estaba bien alimentado y era atendido por una persona a la que se le pagaba por cuidarlo. Había que tener arrojo y fuerza para cebar a estos toros, poderosos y jóvenes, no domados que, cuando salían a beber agua al pilón de la fuente, para poder dominarlos iban sujetos con una barra de hierro conectada a una anilla que tenían en la nariz.

Aunque no lo leí nunca supongo que habría algún reglamento de las paradas, de las cubriciones que podía hacer un toro al día o al mes para no perder fuerza en demasía y dar crías de buen porte y mejor precio. Tampoco recuerdo si se pagaba por el servicio. Pero lo que sí recuerdo es que en verano, cuando se recogía la hierba del toro, el pueblo vivía días de “fiesta”. Recoger la hierba del toro colectivamente, con “los hombres con encima y las mujeres por debajo” a la hora de apañar, como decía un alcalde de entonces, suponía que a la caída de la tarde el vino corría en abundancia y también las sardinas en aceite con pan, un manjar en aquellos tiempos.

Cuando llegaron los tractores, las vacas fueron desapareciendo poco a poco. Duendas, paridas, novillas y añojas son palabras que a los más jóvenes les suenan a consejas del abuelo. Al desaparecer las vacas los toros sobraron.

Estas evocaciones, que conste, no tienen nada de nostálgico. Es bueno, sin embargo, saber de donde venimos para saber hacia donde queremos ir. Muchos de los problemas que aquí surgen y que aquí se debaten acaloradamente tienen sus raíces en la historia reciente: la permanencia de unos en el pueblo, la salida y vuelta de otros, que llegan con mentalidad diversa, o no.

Estas evocaciones tienen también la pretensión, entre otras cosas, de que los que vienen detrás lo recuerden y se los recuerden a otros a su vez, parafraseando a Cernuda. (Este comentario me lo ha sugerido un mensaje de AG sobre el cementerio).

Tño2.