Antes de hacer juicios de valor convendría recordar la composición del censo electoral. Si los pueblos están llenos de jubilados, tampoco se le puede pedir a la gente que cambie de opinión en la recta final de la vida. Aunque viejos hay rebeldes, críticos y que no se callan cuando ven alguna injusticia. Tampoco conviene olvidar que las sociedades pequeñas y cerradas apenas son permeables a otros puntos de vista diferentes. Así están las cosas. Si algo se puede cambiar es a base de paciencia, de chispa y de inteligencia. En estas páginas hay gente con todas esas cualidades. Que no decaiga el ánimo. Tal vez los viejos no cambien, pero los retoños sí.